Secciones
Servicios
Destacamos
A nuestros hijos les decimos que hay que compartir; tratamos de suavizar el instinto egoísta que imitan de nosotros. Intentamos, infructuosamente, que pongan a disposición ... de sus amigos y compañeros lo que han adquirido como suyo, de nosotros o por sus propios medios. Insisto en que es una tarea ardua y difícil porque ellos aprenden de los comportamientos que perciben en nosotros y, éstos, no son precisamente generosos. Somos individualistas, egoístas (bajo el principio justificativo de que nadie nos va a ayudar a conseguir nuestros objetivos). Este razonamiento es clave en el mundo que se nos viene por delante; los siglos venideros van a ser de quienes compartan conocimientos, de quienes colaboren en base a un objetivo común y de los que sepan que el logro colectivo siempre será superior al individual. En este mundo evolucionado hay dos actitudes: el colectivismo o el individualismo. Entendiendo que la propiedad privada es sagrada y que favorece el ahorro, la inversión y el enriquecimiento por el movimiento del capital y también sabiendo que en los regímenes políticos colectivistas la clase dominante es «más igual» que el resto y predomina sobre los demás, bajo el engaño de que eso es bueno para todos.
En esa disyuntiva hay un matiz significativo y que define el camino que debemos de abordar en Occidente. Es cierto que en nuestra cultura pesa más lo individual y si nos mantenemos desunidos nos vamos a empobrecer más cada día. Pero en nuestra cultura hay una diferencia significativa y es la del individualismo anglosajón, firmemente representado por Estados Unidos. En el mundo anglosajón prima el individuo, pero más aún el colectivo de la empresa, del proyecto conjunto y ahí, defendiendo la bandera de la enseña propia, predomina más el colectivo, el grupo y por tanto se colabora, se comparten conocimientos, se trabaja en equipo y se admite el liderazgo compartido con el objetivo lícito de ganar más dinero, de ser más grandes, más competitivos o con proyectos más exitosos. En Oriente (China y Japón fundamentalmente) las personas viven para el colectivo y aceptan el liderazgo político o técnico del más capaz y siempre se es consciente de que sin la colaboración no se podría conseguir el logro deseado.
En la Europa continental y en Latinoamérica estamos en medio de estos dos grandes polos de colaboración; unos por la empresa y otros por la nación, como conjunto máximo. En nuestro mundo es posible que como individuos poseamos grandes figuras, grandes genios, pero nos diluimos con nuestras propias guerras intestinas en lo profesional, en lo empresarial o en lo político. Sólo cuando actuamos como en Fuenteovejuna, todos a una, nos salimos del mapamundi y nos convertimos en colectivo insuperable, aunando nuestra genialidad individual frente a un objetivo común. Sin duda los retos nos fortalecen.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Noticias seleccionadas
Ana del Castillo
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.