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Habían pasado varios años, pero no lo había olvidado. Había sobrevivido a duros combates, colonizado inmensos territorios afrontando mil y un riesgos, pero eso no era excusa. Ni la pérdida de seres queridos, ni el olvido y la traición a la que le condenaron ... envidiosos y arribistas (tan presentes en su vida entonces como ahora), le hicieron por ello olvidar la palabra dada.
Así, tal y como prometiera, el 15 de noviembre de 1762, en la ciudad de Santander, con sus hermanos Juan y Antonio en calidad de representantes y en presencia de Juan de la Cavada, escribano numerario de la villa santanderina, se firmó el acta fundacional de la que sería escuela de primeras letras de Soto de la Marina: Obra Pía Fundación Escandón.
Trescientos ducados dejó escriturados para su creación y sostén, para el pago de aquel primer maestro cuya misión sería la de adiestrar a los niños de su pueblo natal en las primeras nociones del arte de la escritura e iniciarlos en la magia de la lectura sin olvidar, claro está, la enseñanza de las Sagradas Escrituras pues, no en balde, aquella primera aula estaba ubicada al pie de la parroquia de Vivero (Soto de la Marina), llamada de San Judas Tadeo, o el alto de la nave de dicha iglesia. Y así sería durante decenios.
No importaba lo precario del lugar. Lo sustancial era proveer a los vecinos de su pueblo de una educación que los permitiera, en lo posible, no tener que abandonar hogar y familia, como él mismo hiciera con tan sólo 15 años, para arrostrar los peligros de cruzar el océano y pasar la mayor parte de su existencia a lomos de un caballo como único modo de esquivar una vida dedicada meramente a sobrevivir día a día, con la amenaza del hambre presente siempre a la mesa.
«…Y que dicha escuela, en calidad de patronos, la administre el concejo y vecinos del lugar», dejó recogido. Porque ése sería su legado para con sus vecinos, los vecinos del lugar donde él naciera, porque nada importaba la distancia, nada el tiempo transcurrido. Él nunca dejó de considerarse un vecino de Soto de la Marina primero, de Santander después, de la Montaña finalmente. Y así lo dejó reseñado en el nombre del territorio, de cada villa y misión erigida en el nuevo mundo.
Treinta y tres ducados sería el sueldo de aquel primer maestro, más «…43 reales y 26 maravedíes que percibirá cada 19 de marzo y en su propia casa», tal y como señala el documento notarial, sin olvidar las mejoras realizadas en las estancias parroquiales. El sacerdote, Juan de Revilla Londoño, da fe de la creación de una forja en el techo de la capilla a finales del siglo XVIII, quizá como mejora del aula. Igualmente, el mayordomo de la parroquia informa del arreglo de la puerta en 1879.
Y así hasta que en 1924, el marqués de Valdecilla ordena al arquitecto Mariano de la Lastra el diseño de una escuela que se alzará justo al lado de donde siempre había estado, allí donde aún se alza, junto a la parroquia de San Judas Tadeo, en el mismo lugar donde la Fundación Escandón viene existiendo desde hace 258 años ¡258 años impartiendo clase de forma ininterrumpida!, lo cual la convierte, hasta donde sé, en el segundo colegio más antiguo de Cantabria tras el de Villacarriedo (1745), y siempre con ese mismo nombre: Escuela Escandón.
Sin embargo toda esa historia, por estulticia o simple dejadez, a punto está de tocar a su fin. El año pasado, el consejo escolar, con un supuesto informe favorable del Ayuntamiento de Bezana, decidió cambiar el nombre del colegio por el de 'Costa Quebrada' (BOC 3/2/20). No importa que fuera José de Escandón quien lo fundara. En nada se tienen en cuenta los 258 años de historia de la institución. «¿Qué es la historia sino polvo y olvido?», parecen opinar algunos. ¿No es acaso España un país de ingratos? Pero la historia importa, y mucho. La historia conforma nuestra conciencia de pueblo, de pertenencia a una comunidad. Nutre nuestros recuerdos de vivencias comunes, los aúna con las de nuestros padres y con las de los suyos antes que ellos. Es cuanto somos. Quizá sea ésa la huella que se pretende borrar.
Por todo esto me dirijo a los vecinos de Soto: no lo olvidéis, colegio Escandón, 258 años de historia. Conservad el nombre de una fundación que da lustre y ennoblece vuestro pueblo, que forma parte de vuestra memoria tanto como puedan hacerlo esas fotos amarillentas donde se reconocen apenas a los abuelos. No permitáis que se olvide, porque esa historia es la historia de vuestro pueblo, de vuestra familia. Esa historia que se pretende borrar es nuestra propia historia.
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