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En junio, la Consejería de Educación anunció la construcción de un nuevo colegio sobre las escuelas Juan de la Cosa de Santoña. Ya habíamos iniciado la ola de calor que nos ha traído esta prolongada y destructora sequía que los expertos relacionan con el insensato ... uso de los recursos, la polución y los desechos. Esta tozuda realidad no se ha sido tenido presente al plantear este nuevo centro. Dicen los técnicos que no es viable la restauración de las escuelas, y por eso van a destruirlas, para construir sobre ellas.
Asombra ver cómo seguimos instalados en el desarrollismo que sacrifica el Patrimonio Natural y Cultural en aras de la rentabilidad económica y el 'progreso'. Seguimos ignorando las necesidades constructivas que nacen de la comunión entre el medio ambiente y la arquitectura, y que tiene como ejemplo a representantes tan destacados como Anne Lacaton y Jean-Philippe Vassal, ganadores del premio Pritzker 2021, que basan su obra en: la sostenibilidad, bienestar, responsabilidad social, readaptación y el respeto al entorno construido existente.
Pero tenemos otras razones para reclamar la conservación de este colegio, pues el edificio fue diseñado por Santiago Fernández Pirla y Mariano García Benito, destacados arquitectos del racionalismo en España. Pirla, (hermano de D. José María Fernández Pirla, que fuera Presidente del Tribunal de Cuentas), era un destacado arquitecto y prestigioso catedrático en la escuela de arquitectura de Madrid, donde impartió la asignatura de Tecnología del Arquitecto y Organización de Empresas. Materia de la que nos ha dejado una destacable bibliografía. El otro autor, Mariano García Benito, también profesor en la escuela madrileña, inició su andadura ganando en 1956 el concurso de casas prefabricadas de Madrid. Su obra más conocida es el edificio Cuzco de la Castellana Madrileña. Mariano colaboró con Santiago en algunos proyectos, como la moderna escuela de Santoña, y juntos ganaron dos primeros premios de arquitectura escolar en 1957: el de La Mancha, y el de la Meseta Castellana y Bajo Aragón, y colaboraron en el diseño de algunas de las viviendas colectivas realizadas en el Madrid de posguerra.
La idea del crear el Grupo Escolar Juan de la Cosa es de 1947, y se encuadraba en los homenajes al cartógrafo santoñés en el V centenario de su nacimiento. El proyecto inicial lo realizó de J. S. Barés, pero fue desechado por falta de presupuesto, causando serios problemas de escolarización en Santoña. Serán Pirla y Benito los que retomen el proyecto en 1957, situándolo sobre una plaza arbolada de 8 000 m2. Contaba con 24 aulas y 3.878 m2 útiles, distribuidos en dos ternas modulares de tres altura y un bajo pabellón de servicios.
Al recinto se accedía a través del salón del pabellón de servicios, en el que muchos niños recibieron algunas dolorosas vacunas, la famosa leche americana, y asistieron desde la Televisión Escolar al nacimiento de la Ecología, de la mano de Félix Rodríguez de la Fuente. El salón comunicaba con las aulas a través de una pasarela cubierta, que dejaba tras de sí, a su izquierda, la fragancia de los rosales que el conserje Mero cuidaba con tesón. Rosas y espinas, como metáfora del amor difícil de alcanzar para aquellos niños que crecieron en escuelas separadas. Hoy, un desolador espacio de cemento y moqueta verde ha sustituido a esos bellos jardines divisorios.
Los pabellones escolares cuentan con un distribuidor bien iluminado, que actúa como patio de recreo cubierto y que da acceso a la escalera, a los servicios y a las clases diáfanas de grandes ventanales que aprovechan la luz solar, y se protegen de ella en los periodos cálidos, gracias a la sombra que proyectaban sus destacados aleros. Contaban además con una antesala que actuaba como almacén y ropero.
Este centro es uno de los más destacados de la arquitectura racionalista en Cantabria. Fue inaugurado en el curso 1960-1961 y vino a solucionar la gran escasez de plazas escolares de una villa, cuya población infantil había crecido considerablemente. Lo destacable del conjunto es su impecable diseño modular rectilíneo de ladrillo cara vista, la amplitud de sus interiores y sus admirables exteriores, con amplios jardines, zona verde, y arboledas de plátanos y tilos centenarios, que hoy han sido casi sustituidos por suelos de cemento y un insípido pabellón deportivo adosado a sus fachadas orientales.
Visto lo visto, nos preguntamos: ¿Para qué servirán los Programas de Educación Ambiental y Patrimonial, cuando quien los promueven no predican con el ejemplo?
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