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Hace más de 10.000 años, con el extraordinario descubrimiento de la agricultura, el ser humano, nómada por definición y necesidad, modificó radicalmente sus hábitos y costumbres pasando de esa perenne necesidad de movimiento, persiguiendo la subsistencia, a un sedentarismo que impulsó los primeros asentamientos. ... Comenzaba entonces una aventura de interrelaciones sociales que, con el tiempo, hizo florecer la necesidad de dar salida al excedente y adquirir aquello de lo que se carecía. Poco a poco, por la propia lógica de la evolución, nació el comercio, la economía.
Damasco como primera potencia comercial; la plataforma logística de Egipto dando salida al corazón productivo del mundo antiguo: la ribera del Nilo; Trajano impulsando en Roma el primer gran centro comercial de la historia; el azafrán de Al Andalus, la ruta de la seda china; los felices años 20 estadounidenses que contagiaron el gran consumo al resto del mundo... Y en Santander, el puerto que abría sus mercados a la entonces lejana América, permitiendo que una pequeña villa marinera decidiera crecer entre mastodontes y convertirse en ciudad. En una ciudad comercial. Una línea continua a través de los siglos con el intercambio centrando las relaciones sociales.
La historia la ha escrito el comercio, su evolución, su desarrollo, el modelo liberal de crecimiento, donde personas, investigación y talento configuran un triángulo cuyo vértice superior señala al crecimiento de la sociedad en su conjunto.
Pero si en la teoría macroeconómica el comercio supone un factor esencial de análisis para comprender el pulso vital de la civilización, su estado real y su previsible escenario a corto y medio plazo, es en la microeconomía, en el detalle, en el zoom con el que acercamos la fotografía al negocio de barrio, donde nos encontramos el efecto de ese latido en la sociedad.
Esta sociedad en la que nos apuramos por sobrevivir está impulsando que se pierda el arraigo, la cercanía, la camaradería de ir a comprar y que comprador y vendedor se conozcan y saluden, se pregunten cómo están los niños y qué tal vas de eso que te dijo el médico y de lo que te veo mucho mejor. Que se pierda la proximidad. Que se difuminen la simpatía y la empatía. Y con eso quizá ganemos de forma inmediata algo en macroeconomía, pero perderemos la esencia misma del concepto de sociedad.
Desde el Ayuntamiento de Santander, en el que tengo el extraordinario honor de ejercer la responsabilidad de la Concejalía de Turismo, Comercio, Consumo, Mercados y Relaciones Institucionales, somos conscientes de ese carácter esencial del comercio en el desarrollo no solo económico sino también cívico y social de la ciudad. Sin comercio la ciudad muere. Por ello entendimos que el sector debía situarse como foco fundamental de las medidas impulsadas para aliviar las tensiones financieras generadas por la pandemia de covid-19, primero, y la escalada inflacionista, inmediatamente después.
Para ayudar al sector comercial a enfrentar todos esos desafíos desde este ayuntamiento, y pasados ya 7 años desde la redacción del I Plan Director de Comercio, hemos abordado la elaboración de este Plan Estratégico de Comercio de Santander 2022-2026 en colaboración con Coercan, la Federación de Comercio de Cantabria. La definición de este Plan ha sido un proceso totalmente participativo en el que hemos contado con un número muy importante de comercios de la ciudad, se ha dado la oportunidad de hacer aportaciones a cada asociación y establecimiento y se ha incluido una encuesta en la que se da voz a más de un millar de consumidores. Porque todos tenemos algo que decir y de todos depende que el comercio siga vivo. Del que vende y del que compra.
Con este Plan lleno de medidas queremos contar con una hoja de ruta consensuada con el sector comercial que defina los principales ejes y las principales actuaciones a llevar a cabo por el ayuntamiento de Santander, dentro de sus competencias, en los próximos años. Es una mirada al medio plazo que integra los criterios establecidos a escala europea y nacional y que se alinea con las exigencias de la necesaria transformación ecológica y digital.
No quiero dejar pasar la oportunidad para felicitarnos todos por la consecución, hace escasas fechas, del Premio Nacional de Comercio 2022 otorgado por el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo a este ayuntamiento. Se trata del reconocimiento a un periodo cargado de iniciativas de entre las que quiero destacar, la mejora de calles comerciales, las políticas fiscales, la ayudas a empresas, los bonos Santander Vale+, el marketplace El Mercaderío o la ayudas europeas Next Generation como tres ejemplos de los que sentirnos ciertamente orgullosos.
En definitiva, una forma de trabajar en la que pretendemos que la historia se siga escribiendo desde una perspectiva de cercanía, de proximidad, de solidez, de arraigo, de contacto, de piel. En la que el comercio, el pequeño comercio, el que hace ciudad, siga protagonizando el papel principal del desarrollo. Se acercan las fiestas de Navidad, el periodo de más consumo del año. Una buena manera de demostrar que ente todos hacemos ciudad es comprar cerca de casa. Para que entre Damasco y Santander, la línea que nos une siga siendo continua.
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