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Es momento de dejar atrás el verano de 2021 de olas de mar y de covid. Despedimos ese corto tiempo de calma y reflexión, para continuar con nuestras obligaciones y contribuir desde lo individual a la realidad colectiva.
Recientemente, en artículo de opinión, señalaba Gema ... Igual, alcaldesa de Santander, las palabras de Alejandro Magno: «De la conducta de cada uno depende el destino de todos», ante la urgente necesidad de mantener una conducta individual responsable, fundamento de avances comunes.
Este comportamiento individual responsable, siempre necesario, lo es especialmente en momentos como el actual de crisis global. Pero, ¿de qué depende cada decisión, cada conducta? Con seguridad, de muchos factores, desconocidos incluso. En mayor o menor medida de una reflexión personal, de la formación y el conocimiento, de las propias emociones y de la interacción social. Finalmente, también tienen un peso importante las pautas, el comportamiento y las directrices de los líderes del grupo.
Esto es así y se repite a lo largo de nuestra historia. La presencia del líder para guiar, acompañar y dirigir el avance de todos es un elemento esencial, especialmente en momentos complejos. Alejandro Magno, Gandhi, o tantos otros son ejemplos de diferentes tipos de liderazgo, pero todos, prácticamente sin excepción, comparten su condición de varones. La presencia del liderazgo femenino ha sido prácticamente inexistente y es aún minoritaria.
Extraído de un informe reciente de 'Unwomen' (ONU): las mujeres son jefas de Estado y de Gobierno solamente en 21 países en todo el mundo, pero su liderazgo ha recibido grandes elogios por su mayor eficacia para manejar la crisis sanitaria generada por el covid-19.
A las jefas de gobierno de Alemania, Dinamarca, Eslovaquia, Etiopía, Finlandia, Islandia y Nueva Zelanda se las reconoce por la rapidez de las respuestas, no solo incluyeron medidas para «aplanar la curva» -el confinamiento, el distanciamiento social y la aplicación de pruebas masivas para detectar el virus-, sino también por la transparencia y la comunicación compasiva de la información sobre salud pública basada en datos.
Me llama la atención y conmueve la expresión «comunicación compasiva», porque la compasión es un sentimiento que crece cerca de la mano que cuida y protege la estirpe y se sitúa más lejos del brazo extendido y dirigido al dominio de todos.
Cuidar y proteger a cada uno o al grupo, han sido tareas humanas distribuidas con especialidad respectiva por sexos. Ellos tuvieron que salir al paso de los problemas y riesgos permanentes externos desplegando fuerza y estrategia ganadora, finalmente se quedaron con el poder y el liderazgo del grupo. Ellas desplegaron compasión y cuidado con cada miembro de su estirpe perdiendo el control sobre las decisiones del grupo.
Hoy aún tiene escasa presencia la mujer en el poder, siendo todavía extrañas las situaciones de fuerte y largo liderazgo como el de Angela Merkel, sin duda consecuencia de su gran capacidad personal, curiosamente ejercida con esa discreta imagen que prácticamente se diluye en su entorno, casi exclusivamente masculino.
A pesar de no haber conseguido aun los objetivos de igualdad en el liderazgo, la potencial pérdida de posibilidades para avanzar juntos e iguales definiendo nuestro destino común, siempre acecha, está ahí, continúa porque aún forma parte de nuestro ADN más emocional e incontrolable. El de todos y todas.
No sabemos cual sería la realidad de Afganistán si la decisión final sobre la definición de qué medios desplegar allí, durante cuánto tiempo o hasta cuándo, hubiera dependido de Hillary Clinton o de Kamala Harris, de ellas por liderazgo y autoridad. Lo cierto es que la situación terrible de Afganistán es un testimonio de la fragilidad en los avances conseguidos.
Nuestra sociedad, la de los grandes avances tecnológicos, la del 'big data', capaz de obtener toda la información de forma inmediata y global, se muestra incapaz de consensuar las decisiones que conduzcan al mejor destino común.
Quizás, algo tiene que ver que en prácticamente todos los estamentos, y no es precisamente la política el más significativo, el liderazgo de la mujer es inexistente o en todo caso minoritario: la Iglesia, las empresas, las instituciones públicas y privadas...
Aún está pendiente de desplegar juntos, en igualdad y equilibrio, todos los medios disponibles, todas las capacidades, también las que bajo el epígrafe «comunicación compasiva» incluye la incorporación femenina a la toma de decisiones. Solo así se podrá construir un fuerte, profundo y compasivo liderazgo capaz de movilizar el comportamiento individual y construir el mejor destino común.
Continuar avanzando en el liderazgo igualitario hacia metas comunes implica salir fuera, tener visibilidad pública y en ese camino las mujeres debemos individualmente duplicar esfuerzos y reivindicar poder.
Antes debemos avanzar en nuestro propio convencimiento y trasladarlo a todas las organizaciones. Debemos salir de nuestro inconsciente/consciente más profundo para movilizar nuestra capacidad como seres humanos. De ese modo, juntos, seremos capaces de generar un potencial desconocido hasta ahora, urgente y necesario, compasivo y fuerte que de forma equilibrada diseñe el mejor destino común.
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