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El reciente fallecimiento de Concha Márquez Piquer nos ha traído a la memoria el día que conoció a su marido, Ramiro Oliveros. Como él mismo ha recordado hace unos días, su relación con Concha «no fue un flechazo inmediato. La primera vez que nos ... vimos fue en la fiesta de inauguración del Casino de Santander. La cena era malísima y animé a un grupo para ir a otro sitio. Ella prefirió seguir en la ruleta. Pensé que era muy antipática. Volvimos a Madrid en el mismo avión y la casualidad fue que ella lo hacía con un frasco de agua del Cantábrico y yo con un bote de arena de la playa de Santander, que aún conservo. Nuestro siguiente encuentro fue para ir juntos a unos premios Mayte, en Madrid. La recogí en su casa y allí conocí a su hija Coral. En el coche empezamos a reírnos y ya nunca más hemos parado de reír».
Así que Concha y Ramiro se conocieron en Santander y su relación se consolidó en el restaurante Mayte, de la santanderina Mayte Aguado del Castillo. Su hijo Luis Aguado y su nuera, Gema, siguen adelante en Santander con la tradición hostelera de esta famosa montañesa, en su restaurante La Atalaya de Mayte, en la calle Panamá. Ahí está su hijo y su familia, manteniendo viva la memoria de la famosísima hostelera.
En Madrid se ha reabierto el local que ocupó el famoso restaurante Mayte Commodore, pero que nada tiene que ver con nuestra paisana. El local se llama Commodore y aunque sus gestores se aprovechan de la fama y las recetas de Mayte, nada de ella hay en esta aventura hostelera. Mayte sólo hubo una; restaurante Mayte sólo hay uno (en El Sardinero, Santander) y premios Mayte de teatro y toros sólo los pueden otorgar su hijo Luis y su nuera Gema, que son quienes tienen los derechos sobre ellos, convenientemente protegidos legalmente.
Y mientras Mayte sigue viva (en nuestra memoria; en el restaurante de su hijo y con sus recetas que la hicieron tan famosa), el Casino de El Sardinero cumple años. Nada menos que 105 desde su inauguración (en 1916) y 43 desde su reapertura al juego, en la noche del día 1 de diciembre de 1978. En aquella velada festiva de hace cuatro décadas se conocieron Concha Márquez Piquer y Ramiro Oliveros. El relaciones públicas del Casino era el laredano Óscar Gutiérrez, que vivió de cerca el primer encuentro entre los dos famosos.
Por cierto, Mayte nació «alrededor de los años treinta» en una típica casa de Puertochico (Santander), tal como se recoge en su famoso libro de recetas sencillas y prácticas como los caracoles a la montañesa o el bistec al güisqui con manzana reineta, cebolla, pimienta en grano y salsa perrins. Y güisqui.
Luis Aguado, único hijo y heredero de Mayte, ha prometido publicar las memorias y la historia de su madre. Ahí va un adelanto: Mayte ingresó con 16 años en la Escuela de Hostelería de Lausanne (Suiza) donde obtuvo los títulos que le sirvieron como fondo y base para su posterior desarrollo profesional. Su carrera en Madrid se inició con un pequeño bar restaurante en el extrarradio. Luego inauguraría el Club Mayte y, posteriormente, el Mayte Commodore, que fue uno de los más importantes restaurantes de España. Regentó también el Hostal Mayte y, desde 1972, la cadena de establecimientos Delicatessen. Falleció en Madrid el 27 de noviembre de 1990. En pocos días se cumplen 31 años.
Y continua la biografía de Mayte en palabras de su hijo: «Mi madre fue una santanderina enamorada de la gastronomía, el arte y la cultura, pionera en la restauración española del siglo XX. Desde muy pequeña tuvo claros sus objetivos en la vida y su gran ilusión era tener un restaurante en Madrid. Con apenas veinte años emigró a la capital, como tantos santanderinos de la época y, tras trabajar durante una larga temporada como camarera en la cafetería de la Gran Vía madrileña, abrió su primer negocio, en el extrarradio. Fue allí donde, por casualidades del destino, tendría la oportunidad de conocer a las grandes estrellas de Hollywood, ya que junto a su modesto local se encontraban los estudios donde Samuel Broston, el afamado productor, rodaba algunas de sus superproducciones. Los actores acudían cada día a comer al hostal, forjándose amistad entre muchos de ellos y mi madre. La noticia se extendió rápidamente y al restaurante comenzaron a acudir políticos, hombres de negocios, artistas, toreros e intelectuales de la época. Sus amigos Charlton Heston, Ava Gardner o Raquel Welch degustaban tanto en su taberna como en nuestra propia casa aquellas recetas que mi madre, junto con mi abuela Isabel, les preparaban con cariño. Esther Williams llegó incluso a pedirle que le enseñase a cocinar para su marido, Fernando Lamas, las famosas costillas con patatas».
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