El cambio que la UC necesita

Como advertía Harry Lewis, decano de Harvard, en 'Excelencia sin alma': cómo una gran universidad olvidó la educación' (2006), cuando una institución pierde su misión de formar, y de conservar en ella a personas comprometidas, corre el riesgo de deshumanizarse. Aunque Lewis describe un modelo de universidad muy distinto al nuestro, algunos paralelismos pueden encontrarse en lo que ha venido sucediendo en la Universidad de Cantabria. La falta de una visión compartida sobre su futuro ha generado desconexión en el estudiantado, desánimo en el personal docente e investigador y sobrecarga en el personal técnico, de gestión, administración y servicios.

En la última década, la UC se ha movido más por inercia que por ambición creativa, careciendo del impulso necesario para enfrentar los desafíos actuales. Ante los discursos triunfalistas, resulta imprescindible una autocrítica constructiva que permita avanzar. Valgan algunos ejemplos de esto. La plantilla se ha reducido y se promociona con una lentitud injustificada, mientras que el profesorado joven carece de expectativas ante la falta de un compromiso firme por parte de la institución para garantizar carreras estables. Si bien los ingresos por investigación han crecido, ello se debe al incremento de la inversión estatal en I+D y al ingente esfuerzo de las personas implicadas en conseguir los recursos y en gestionarlos. El proceso de digitalización es lento y el personal de la UC está superado por la carga burocrática, que requiere urgentemente una simplificación. La participación estudiantil disminuye en un campus sin espacios apenas para la socialización, con cafeterías cerradas y trabas para organizar eventos. En internacionalización queda aún mucho por hacer, con menos estudiantes extranjeros de los que se espera en una universidad de prestigio y con una web sin versión en inglés. Los centros, en fin, están cada vez peor dotados en infraestructuras.

Además, y de manera especialmente relevante, la UC ha visto disminuida su presencia en foros empresariales, sociales y culturales de la región. Mantener una buena relación con las instituciones de Cantabria es esencial para trabajar alineados en la consecución de los objetivos regionales de desarrollo. Como crucial es definir objetivos comunes y desarrollar mecanismos de cooperación que permitan aprovechar al máximo las fortalezas y recursos de ambas partes.

Transformar la UC para cumplir con las expectativas de la comunidad universitaria y de la sociedad es responsabilidad de quien asuma su liderazgo. Por ello, la candidatura que represento reúne un equipo diverso, experimentado y comprometido, listo para revitalizar la universidad y posicionarla como un motor de desarrollo para la región.

El programa de esta candidatura ha sido realizado con la colaboración activa de toda la comunidad universitaria, mediante encuentros participativos con los diversos colectivos a lo largo de los últimos meses. Incluye compromisos y acciones concretas orientadas a subsanar las carencias señaladas, muchas de las cuales no requieren mayores recursos económicos, sino simplemente un cambio estratégico.

Me presento a las elecciones con la firme convicción de poder liderar con valentía ese cambio. Y me comprometo, junto con mi equipo, a ser una rectora accesible y cercana, estableciendo canales de comunicación fluidos tanto dentro de la comunidad universitaria, cuyos miembros deben sentirse libres y cómodos para expresar sus ideas, como fuera de ella, al servicio y en contacto permanente con la sociedad cántabra.