Secciones
Servicios
Destacamos
Uno de los temas de mayor interés de la historia contemporánea de nuestra comunidad autónoma es la transformación del provincialismo montañés o santanderino en un regionalismo cántabro. ¿Cuándo empezó a conformarse una mentalidad relativamente amplia de creencia en la oportunidad de una autonomía uniprovincial? No ... es algo que sucediera a la velocidad del rayo, pero tampoco resultaba excesivamente antiguo. Los iniciales debates en el Ateneo de Santander y en los medios escritos sobre la regionalización de la década de 1920 se habían apagado con la crisis de la República, la guerra civil y la dictadura. Durante esta, se produce una cierta labor cultural de preservación del nombre de Cantabria, aunque es tan frecuente o más 'La Montaña'. Pero lo que llama la atención al que vuelve a la hemeroteca del tardofranquismo y los inicios de la transición es lo que podríamos denominar como 'la frustración del provincialismo'.
Antes de la guerra del Yom Kippur en 1973 y de la crisis energética y económica a la que dio lugar, ya existía un discurso en medios institucionales, sindical-empresariales y periodísticos sobre el agravio que padecía La Montaña, viendo siempre preteridas sus aspiraciones fundamentales (ferroviarias, viarias, aeroportuarias, hidráulicas...). De hecho, se llegó a presentar en 1971 el tercer Plan de Desarrollo como un programa en el que había sonado por fin «la hora de Santander». Es decir, existía ya una general mentalidad, justificada o no, de retraso.
Las consecuencias de la crisis económica, que tuvo traslación importante al mundo agroganadero y a la gran industria, exacerbaron ese discurso y estimularon aún más la búsqueda de respuestas. La Montaña Quejosa precedió a la Cantabria Autónoma. Este fue un primer factor fundamental. Algunos políticos jóvenes, como el Miguel Ángel Revilla de entonces, llegaban a sostener que la provincia llevaba en retroceso económico desde 1960. Esta idea del declive era también reiterada por el periodista Alfonso Prieto en sus crónicas semanales en la Hoja del Lunes, y se encontraba en muchos otros foros. Curiosamente, hoy nos parece que aquella fue una época de esplendor ganadero e industrial y de buen desarrollo turístico, y las cifras dicen que en 1975 nuestra economía era un 1,45% de la española (lo que no ha vuelto a ocurrir).
Pero lo que hace fundamental el año 1976, que veo como año-eje o transición mental de un provincialismo reivindicativo a una fe en las virtudes conseguidoras de lo autonómico solitario, es que, incluso gobernando el muy retro presidente Arias Navarro, y a apenas tres meses de la muerte de Franco, el anterior discurso de regiones económicas o interprovinciales de la tecnocracia se convierte en conversación política abierta sobre la futura regionalización de España. A principios de año, el Ateneo de Santander, con Manuel Pereda de la Reguera al frente, organiza un completísimo ciclo de conferencias sobre regiones: con Josep Meliá, Álvaro Cunqueiro, Eduardo Barrenechea (redactor-jefe del diario Informaciones), el magistrado del Tribunal Supremo Rafael de Mendizábal y otros profesores de historia y de derecho internacional.
Ambas líneas, reivindicación y regionalización, confluyen por iniciativa de Juan González Bedoya, director de la Hoja del Lunes, en un amplio debate que las une durante todo el primer semestre (es decir, incluso antes de que Adolfo Suárez fuera nombrado presidente). El pretexto se lo ha dado un aldabonazo reivindicativo: la Diputación Provincial, encabezada por Modesto Piñeiro Ceballos, ha reclamado a la Administración central el Concierto Económico. Es decir, convertir en la práctica a la provincia en un territorio foral, como Álava. El Ateneo se suma a esta petición, con una carta al rey Juan Carlos en que dice: «Reducida a la actual provincia de Santander, Cantabria es una de las grandes olvidadas de la postguerra; olvidada en los planes de desarrollo, en las obras públicas; en los accesos a la Meseta y demás medios de comunicación, que han cerrado a su puerto, el mejor del Cantábrico; regresiva en la industria y en la demografía, olvidada en su despoblación, en su silencio y en su lealtad».
González Bedoya aprovechó estos pronunciamientos institucionales para lanzar una encuesta a personas relevantes, con la pregunta «¿A qué región se apunta Santander?», y al mismo tiempo abriendo la sección de Cartas al Director a este debate. Como ese año concluyó con la celebración en noviembre, en el Paraninfo de la UIMP en Las Llamas, de la primera Asamblea de ADIC, con nombres como Justo de Las Cuevas, Leandro Valle y otros que luego serían destacados dirigentes de UCD, creo que la cuestión merece continuarse el próximo sábado, para poner más en claro cuándo/cómo los montañeses nos volvimos cántabros.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.