Confesiones de un publicista

Lo nuevo, nunca lo es durante mucho tiempo, siempre hay, valga la redundancia, una nueva novedad, para que lo recién promocionado envejezca. Mi trabajo, al que me dedico cual si fuera sacerdote de una global religión, es que siempre estéis deseando tener y poseer, lo que propiamente nunca os llenará ni satisfará completamente. En nuestra profesión, nadie desea vuestra felicidad, porque la gente feliz no consume. El hedonismo, el consumismo, no es un ejercicio de libertad, como muchos creen, simplemente tiene un objetivo, «hacer caja». Si pudiéramos remedar una frase filosófica que resumiera nuestro quehacer, podríamos decir traicionando a Descartes, «gasto, luego existo».

Para crear necesidades, nos servimos de la envidia, pecado capital que a su vez genera dolor, insatisfacción, deseo de tener lo que tiene el otro, simplemente porque nosotros os hemos llevado a creer que ser y tener son equivalentes. Nada más contradictorio, pues como dijo San Agustín: «No es más feliz quien más tiene, sino quien menos necesita» (Regla). Me paso la vida contándoos mentiras, y vivo muy bien gracias a ello, interrumpo las películas que veis en la televisión, os impongo mis marcas, os machaco con eslóganes, ¿quién no recuerda el de Coca Cola, 'La chispa de la vida'? Os persigo, mis creaciones están en todas partes, donde quiera que mires, reina la publicidad.

Los anunciantes no quieren que vuestro cerebro funcione, no quieren que penséis, prefieren convertiros en borregos. Saben que vuestro único poder reside en vuestra tarjeta de crédito. Necesitan impediros la posibilidad de elegir. Tienen que convertir vuestros actos gratuitos en actos de consumo. El marketing es una perversión de la democracia. Son los sondeos quienes deciden la política, las encuestas las que hacen la publicidad, las 'sneaks preview' las que determinan el desenlace de la película, los índices de audiencia los que hacen la televisión. Ofrezco lo que os va a gustar, no hay innovación, originalidad... Existencias clonadas con modos de vida idénticos, eso fomento. Lo confieso, a eso me dedico, no tengo absolución, pues no me arrepiento.