Confinados en la incertidumbre
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ANÁLISIS ·
El frente común contra una crisis de características excepcionales choca con las rancias estrategias partidarias y con la falta de recursosTreinta y seis días de encierro y sin saber todavía cuánto durará el confinamiento, ni cuántas vidas se está llevando (de verdad) el Covid- ... 19, ni cómo afrontará España la dura crisis que se avecina. Aun así, en un ejercicio de resistencia admirable, la sociedad mantiene alta la moral y se crece ante el castigo de tanto dolor, de tanta incertidumbre y del vuelo tan bajo de la política.
Erosionado por la deficiente gestión de la pandemia, Pedro Sánchez propone ahora un frente común para paliar sus efectos socioeconómicos. Bien está, aunque el presidente debería empezar por exigir respaldo y lealtad a sus aliados, a Unidas Podemos que le acompaña en el Gobierno y hasta le impone las condiciones de la renta mínima vital, y a los independentistas que chantajean desde fuera. Unos y otros, cada cual desde su flanco, aprovechan la coyuntura crítica para disparar contra los pilares del modelo constitucional -la monarquía parlamentaria, la unidad territorial- consolidado durante cuatro décadas largas en España. ¡Vaya sorpresa!
Sin embargo, Sánchez prefiere mirar para otro lado, concretamente hacia el PP, aunque no está muy claro si de verdad busca la reedición de los Pactos de la Moncloa o es solo teatro. Tan pronto le pide humildemente a Pablo Casado su colaboración, como recurre al ninguneo o directamente al insulto por anticipado si es que se niega a darle todo su apoyo acrítico y sin condiciones sobre lo que se ha hecho y se hará para combatir la pandemia y sus consecuencias. O sea, Sánchez se pide un aprobado general para el Gobierno como el que alegremente reclama el Sindicato de Estudiantes para este curso. O como el que naturalmente le otorga el CIS de Tezanos, que de paso explora la tentación de limitar la libertad informativa sobre la pandemia.
Naturalmente, el PP no parece dispuesto a poner paños calientes al deterioro gubernamental que se constata en ese dato mortal de necesidad que sitúa a España como el país más castigado por la epidemia. Una cosa es acordar medidas para la reconstrucción y otra aplaudir a Sánchez. Mucho menos con Unidas Podemos con mando en plaza en el Gobierno. Mucho menos si los populares corren el riesgo de perder terreno frente a Vox y su crítica de rompe y rasga.
La magnitud de la crisis justifica de sobra un gran acuerdo político, con PSOE y PP como principales referentes, con otros partidos, con los empresarios y con los sindicatos, pero se perciben muchos obstáculos. En estas últimas semanas ha hecho fortuna la idea de que todo será distinto después de esta pandemia, aunque de momento la política se mueve por los viejos mecanismos en que los cálculos partidarios priman sobre el interés general.
Comparado con el estrépito nacional, la política cántabra ofrece un paisaje casi balsámico. Y no es porque no se hayan acumulado los problemas, en el 'núcleo duro' de las residencias de mayores o en el suministro de test y material de protección sanitaria, que han empezado a llegar cuando la pandemia tiende a remitir, como las mascarillas 'revilletas' que tanta controversia e ingenio corrosivo han suscitado esta semana.
El Gobierno PRC/PSOE de Revilla y Zuloaga no ha perdido la oportunidad de hacer marketing político en la lucha contra el coronavirus, pero en general se ha dedicado a la gestión y no al navajeo, e incluso ha admitido errores en la prensa y hasta en el Parlamento. Y la verdad es que genera más confianza y credibilidad el doctor Rodríguez, consejero de Sanidad, que el filósofo Illa, al frente del Ministerio que ha fallado primero en la prevención y después en la respuesta a la pandemia.
También la oposición del PP y de Ciudadanos han mostrado un talante constructivo, sin poner muchos palos en las ruedas a la gestión gubernamental, en contraste con la dureza de Vox. En este ejercicio de responsabilidad general destacan los ayuntamientos de todos los colores políticos que hacen frente a la crisis con sus escasos recursos, con eficacia y sin ruido. Es una buena noticia. Los ciudadanos ya están suficientemente preocupados para que los políticos les aturdan más con sus reyertas estériles.
Mientras la pandemia todavía castiga a Cantabria con dolorosas cifras de fallecimientos, el Gobierno regional despliega una batería de medidas para hacer frente al impacto socio-economico. La denominación de plan de choque le viene más bien grande. Como admite el propio Revilla, se trata más bien de retorcer los Presupuestos 2020, recortando lo accesorio para reforzar lo imprescindible en unos 300 millones. El Ejecutivo no quiere aparecer paralizado por la situación y arma una respuesta voluntariosa pero insuficiente. Harán falta más recursos externos y endeudamiento para afrontar más gasto con menos ingresos. La crisis ya ha arruinado las cuentas de todas las instituciones, que ahora esperan a que se ponga en marcha una secuencia virtuosa que atempere la depresión. España está pendiente del dinero de Europa, Cantabria a la expectativa de Madrid y los municipios interpelan a Puertochico sobre qué hay de lo suyo.
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