El congreso de la unidad fallida
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El PSOE estaba más unido antes del cónclave que después por las controvertidas decisiones de la cúpula de Zuloaga, con lo que las heridas siguen abiertas a 17 meses de las eleccionesEl congreso federal de Valencia era el modelo para el de los socialistas cántabros, pero allí todos eran sanchistas y aquí no todos son partidarios de Zuloaga, que tenía al partido más unido antes del congreso que después. El oficialismo presume de haber ampliado su ... control del partido respecto a 2017 y los críticos celebran haber mejorado su alicaída cuota de las últimas votaciones, por los aciertos propios y por los errores del rival. Unos y otros tienen razón y parecen contentos, pero el congreso de la unidad fallida que deja las heridas abiertas no es una buena noticia para la salud interna y para las expectativas electorales del PSOE cántabro.
La escenificación de la unidad en el cónclave estaba bien concebida, con el homenaje a los dirigentes muertos -Jaime Blanco y Alfredo Pérez Rubalcaba- y la foto de los vivos -Pablo Zuloaga junto a sus antecesoras en la secretaría general, Lola Gorostiaga y Eva Díaz Tezanos-, pero más allá del 'atrezzo', la cohesión se resintió en cuanto se puso a prueba.
Para empezar, el congreso ha hecho muy visible la desconexión entre Cantabria y Madrid en las dos direcciones. Pedro Sánchez ni vino ni mandó algún notable que le representara y, a modo de drástica contestación, Pablo Zuloaga excluyó a la delegada del Gobierno en Cantabria, Ainoa Quiñones, de la ejecutiva regional y a continuación la colocó en los 'puestos de la basura' de la candidatura oficialista al Comité Federal, justo para que se quedase fuera y encontrasen hueco la oficialista Rosa Inés García y la líder crítica Judith Pérez Ezquerra, con el regocijo o el berrinche de las diversas familias socialistas.
O fue un error de bulto o fue a propósito y no se sabe qué es peor. En todo caso, estas cosas no pasan desapercibidas. Por menos que eso, desairar a la alta representante del Gobierno de España en la región, te toman la matrícula en La Moncloa o en Ferraz y te pasan la factura en cuanto se presente la ocasión.
Entre el feo al Gobierno central del PSOE en la persona de Quiñones y la purga en los órganos de gobierno del PSOE a agrupaciones importantes como Santander, Castro Urdiales o, en menor medida, Medio Cudeyo, al oficialismo se le escaparon gratuitamente nada menos que diez puntos del 73% de apoyos que había recibido la gestión de la ejecutiva saliente en la primera jornada del congreso. Y menos mal que a la nueva ejecutiva se incorporaban un puñado de alcaldes relevantes como Javier Incera (Colindres), Verónica Samperio (Piélagos) o Secundino Caso (Peñarrubia). Por cierto, después de mucho remolonear y hacer creer a los críticos que seguían en su bando cuando ya buscaban acomodo al sol de quien manda en el partido y en el área socialista del Gobierno, o sea, Pablo Zuloaga. Estos alcaldes, siempre tan prácticos, máxime cuando las elecciones de 2023 están cada vez más cerca.
Era difícil la unidad cuando no hubo diálogo fluido entre los bandos o algún gesto de distensión como hubiera sido el cierre definitivo del polémico expediente que involucraba a Gorostiaga y a Díaz Tezanos.
Ahora habrá que ver cómo afectan las turbulencias del congreso a la renovación de cargos en las agrupaciones del partido. A la cúpula de Zuloaga y a su entorno le gustaría dar la batalla en Santander contra el 'tridente' compacto que forman el diputado nacional Pedro Casares, la delegada del Gobierno Quiñones y el portavoz municipal Daniel Fernández, pero no está el horno para bollos y menos después de lo sucedido en el congreso.
El argumento del oficialismo es que el partido necesita cambios y un nuevo impulso en Santander para pelear en las elecciones con una adversaria potente como la alcaldesa popular, Gema Igual. Al otro lado no se inmutan demasiado. Casares parece dispuesto a seguir un último mandato como secretario general que le conceden los estatutos y Fernández trabaja para ser el candidato en 2023, salvo que esa responsabilidad recaiga en Quiñones. Lo que está claro para unos y para otros es que sin un crecimiento sustancial en Santander no alcanzarán la Alcaldía ni el PSOE mejorará sus resultados regionales dentro de año y medio.
En Torrelavega, el oficialismo ha maniobrado mejor al situar en la ejecutiva a militantes como José Luis Urraca, delfín del exalcalde José Manuel Cruz Viadero, y al fichaje sobre la bocina del congreso, la exregidora Lidia Ruiz Salmón, cuyo clan familiar pasa por ser tan numeroso como para decidir unas internas del partido en la capital del Besaya.
Antes que nada, al PSOE de Torrelavega le urge acabar con la interinidad que supone que la gestión del partido haya quedado en manos de la ejecutiva regional tras la abrupta dimisión del secretario general, Bernardo Bustillo.
A todos los torrelaveguenses, incluidos los socialistas, nunca les ha gustado que les manejen sus asuntos desde la 'pozona' santanderina.
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