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SMI: Consensos y disensos
ANÁLISIS ·
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ANÁLISIS ·
Los argumentos a favor de la subida son bastante potentes, mientras que los que van en contra creo que son más flojosSiendo lógico que cada uno ha de jugar el papel que le corresponde en la sociedad, no deja de ser llamativo que en nuestro país ... seamos, con frecuencia y tanto a título individual como colectivo, exageradamente estrictos en la aplicación de este principio. En este último ámbito, uno de los ejemplos más elocuentes lo tenemos, en materia política, en el comportamiento de la oposición: no importa cuál sea la propuesta que realice el gobierno, vemos que la oposición se manifiesta sistemáticamente en contra de la misma, lo que puede traer réditos políticos a corto plazo, pero es muy dañina para el país a corto, medio y largo plazo.
Esto no suele suceder, sin embargo, en el mundo de la economía, aunque a veces sí. Este es el caso, en concreto, del diálogo social entre gobierno, sindicatos y patronal, que se enfrenta en la actualidad a la revisión del salario mínimo interprofesional (SMI). Tras varias rondas de negociaciones en las que las partes expresaron sus respectivos puntos de vista, y ante la negativa de la patronal a aceptar una subida del mismo para lo que resta de año, el gobierno ha optado por aprobar, sin carácter retroactivo, un incremento del mismo de 15 euros mensuales.
Reconociendo, como señalaba al principio, que cada uno tiene que jugar su papel y defender sus derechos, no deja de ser curioso que en un contexto como el actual, y con una vigencia de sólo cuatro meses, la patronal se niegue a una subida del SMI de una magnitud tan reducida como la que, al final, se ha impuesto.
Los argumentos a favor de la subida son, a mi juicio, bastante potentes, mientras que los que van en contra creo que son más flojos. De entre los argumentos a favor, hay dos que me parecen especialmente significativos: uno de ellos es que tal incremento tendría que haberse producido en enero de 2021 y no en septiembre, con el ahorro que ello supone para las empresas; el otro es que, hasta agosto, los precios han subido un 3,3%. Estos dos elementos conllevan, naturalmente, una caída del salario real (pérdida de poder adquisitivo) de las personas que cobran el SMI y, por lo tanto, una reducción de su capacidad de compra, que se traduce, sin lugar a dudas, en una menor actividad económica. Si a esto se le añade el aumento de la desigualdad que ello genera (los salarios medios también han perdido poder adquisitivo, aunque menos que el SMI, y las rentas de capital lo han ganado), es evidente que la situación, en la esfera de la conflictividad laboral, podría ser bastante caliente.
De entre los argumentos en contra del incremento del SMI, el más manido de todos es la pérdida de competitividad de numerosas empresas y/o la incapacidad de otras para absorberlo dentro de sus costes. Aunque siempre hay algo de razón en el hecho de que no todas las empresas son iguales y que, por lo tanto, sería preciso discriminar entre ellas, hay un contraargumento que me parece bastante plausible: el número de personas realmente afectadas por el aumento del SMI no es, a mi juicio, excesivamente elevado, pues se estima que podría estar en torno al millón y medio.
El que la cifra citada sea muy alta o muy baja es, como otras tantas cosas, discutible. Lo que no puede ser es que se considere muy alta para algunas cosas y muy baja para otras. Me explico: si los empresarios la consideran muy elevada (que creo es el argumento que utilizan para justificar que muchas empresas se verían negativamente afectadas por la subida del SMI) deberían entender que la pérdida de poder adquisitivo que entraña la no subida también perjudica severamente a la actividad económica y, por lo tanto, directa o indirectamente a ellos mismos ¿O no?
Aunque seguro que hay algún argumento que se me escapa a la hora de entender la negativa patronal (y el malestar de la vicepresidenta Calviño y, parcialmente del Banco de España) al aumento moderado, bien moderado, del SMI (como la concentración del impacto en pymes de servicios con reducido margen de maniobra), lo cierto es que, en líneas generales, me parece difícil de entender su actitud. Puedo estar equivocado, pero creo que la defensa del status quo sólo se entiende si este te beneficia de forma clara; y si esto es así, antes o después habrá, en el otro lado, quien quiera cambiarlo. Al tiempo.
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Ana del Castillo
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