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La moción de censura en España es un procedimiento establecido en el artículo 113 de la Constitución española de 1978 que permite al Congreso de los Diputados retirar su confianza al presidente del Gobierno y forzar su dimisión.
En España, la moción de censura es ... constructiva y continuista. Constructiva en tanto en cuanto pretende un cambio positivo para el Estado, continuista porque propone una opción posible de cambio de Gobierno.
La primera de las justificaciones, resulta altamente subjetiva; por lo que puede encajar en la moción presentada para debatir esta semana. La segunda de ellas, obviamente, cuando es propuesta por un partido que no cuenta con los apoyos necesarios; es una pérdida de tiempo, de esfuerzos y de paciencia.
Emplear un mecanismo de regulación que permite al Congreso de los Diputados retirar su confianza al presidente del Gobierno y forzar su dimisión como mero artificio político sabiendo que no va a llegar a puerto alguno debiera ser algo cuestionable y evidenciar la falta de seriedad de dicha propuesta y de quienes la elevan a votación.
En cierta medida, representa una lucha de poderes entre las derechas; intuimos que la moción de censura no está realmente dirigida al presidente del Gobierno sino a su competencia directa: el Partido Popular. Una llamada de atención del partido de extrema derecha al partido de derechas que no osa, o no ve necesario, plantarle cara y señalar públicamente que no aprueba su política fascista y populista. O quizás, su silencio, refleja, el temor a la consecuente pérdida de votos de un sector que, cada vez más, ve radicalizadas sus ideas y encuentran en VOX las respuestas que el Partido Popular encubre desde hace años pero que comparte desde tiempos inmemoriables.
No, señores; no señoras, no nos encontramos ante una moción de censura que pretenda dar un giro al panorama institucional de nuestro Congreso de los Diputados. Sino ante un juego político que vaya sembrando el trasvase de votos de la «derechita cobarde» a la extrema derecha que, hasta hace bien poco, no se atrevía a asomar públicamente sus intenciones.
Todo es más claro ahora, las banderas ondean y aparecen en multitud clavadas en diferentes escenarios que las acogen de modo misterioso (lo mismo se encuentran en Madrid, en Valencia, en Sevilla que en Murcia), empleándolas como si les pertenecieran en exclusiva y, al tiempo, como instrumento de rechazo a la gestión del covid-19 por parte del Gobierno. Asistiremos, pues, esta semana a la enarbolación del sentimiento patrio; al teatro de la moción de censura y al lamentable espectáculo de saber, una vez más, que la conversación real viaja por debajo de la conversación.
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