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Copiar, por una vez, puede ser bueno
La destrucción de la economía puede generar tales problemas sociales que solo pensarlo produce pesadillas
ALBERTO J. CUARTAS GALVÁN JOSÉ IBARROLA
Viernes, 22 de enero 2021, 07:17
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ALBERTO J. CUARTAS GALVÁN JOSÉ IBARROLA
Viernes, 22 de enero 2021, 07:17
Es indudable que las medidas para salvaguardar la vida humana deben primar sobre cualquier otra consideración, por lo que si a cualquiera de nosotros nos ... planteasen la disyuntiva de decidir entre mantener la salud de nuestra familia o debilitar la economía que gozásemos hasta ese momento, la decisión que adoptaríamos no ofrecería duda alguna, aunque como es lógico, intentaríamos también mantener esta última en el máximo nivel posible.
Complicada papeleta, por tanto, se les plantea a quienes tienen la tarea de ocuparse de ambas cuestiones a nivel nacional, autonómico o local, pues si bien es indudable que la salud y la vida de las personas deben ocupar el primer lugar, es también fundamental que las medidas para obtener tal objetivo vayan acompañadas de aquellas otras que permitan a las personas afectadas obtener los medios económicos suficientes para el sostenimiento de sus familias. Y ello, muchas veces, no es fácil de lograr sin que tales medidas entren en conflicto entre sí.
A esta perversa disyuntiva es a la que vienen enfrentándose diariamente los dirigentes políticos con motivo de la pandemia de coronavirus que tan duramente está castigando a todo el planeta tierra desde hace ya casi un año, y que desgraciadamente parece va a seguir entre nosotros por mucho tiempo más incumpliéndose así aquella profecía que al principio de su aparición en España hizo el portavoz del ministerio de Sanidad, Fernando Simón, de que en nuestro país, a lo sumo, tendríamos dos o tres contagios (desde luego, como médico, el ojo clínico no parece que sea lo suyo).
Al analizar las medidas que con mayor o menor acierto están adoptando los distintos países de nuestro entorno vemos que las mismas, con las lógicas variantes, son sensiblemente semejantes y la prevención es la piedra angular de todas ellas. Una cosa es destacable, sin embargo, al comparar unas y otras, cual es que en la mayor parte de los países más desarrollados tratan por todos los medios a su alcance de preservar, junto a la salud de sus ciudadanos, su tejido empresarial -mediante reducción de impuestos, prestación de ayudas económicas, etcétera-, con la lógica perspectiva de que cuando pase la pandemia aquel recupere su vigor y con ello garantice los puestos de trabajo previos a la misma, lo que a su vez generará los recursos económicos suficientes para el mantenimiento de los sistemas sanitarios y de bienestar social de cada uno. ¿Es eso lo que se hace en nuestro país? Desgraciadamente me temo que no, lo que puede conducir a la desaparición de muchas de nuestras empresas y a la destrucción de la economía de las familias españolas que de ellas dependen.
Centrándonos en nuestra propia comunidad autónoma podríamos preguntarnos si las medidas que estamos adoptando son las que mejores resultados obtienen en otras comunidades donde son aplicadas o, por el contrario, hemos establecido nuestro propio modelo y estamos comprobando sus resultados para, en función de ellos, hacer las correcciones oportunas. Una cuestión si parece resaltar al ver lo que se hace en la mayor parte de otras regiones de nuestro país, cual es la apertura en las mismas de sus restaurantes y bares -con las limitaciones de horarios, número de usuarios y distancias entre mesas que la situación aconseja-, y ello lo hacen en lugares donde la climatología de la que gozan permite que las terrazas sean también usadas en gran número y con apreciable bienestar.
La rigurosa prohibición que en Cantabria se ha hecho del uso del interior de bares y restaurantes -sin tomar en consideración las variadas características que reúnen unos u otros, desde su tamaño hasta las posibilidades de ventilación y calefacción que tienen, o de los que pudieran dotarse si se les permitiese su uso- hace que una gran parte de tales establecimientos se vean abocados al cierre total, ya que muchos no disponen de una mínima terraza, y los que la tienen solo les permite reducir, o quizás ni eso dada nuestra climatología, las muchas pérdidas económicas que la situación les ocasiona. Surge por tanto una cuestión no menor, ¿podrán volver a reabrir con normalidad tales establecimientos cuando pase la pandemia? Y si las pérdidas sufridas les aboca al cierre definitivo, ¿qué será de tantos autónomos y emprendedores cuando vean irse por el desagüe de la bancarrota sus ilusiones y esfuerzos de muchos años? ¿Qué será de sus familias? ¿Qué será de sus empleados? ¿Habrá suficientes ayudas para tantas necesidades?
Es evidente que si no hay salud tampoco habrá economía, pero la destrucción de ésta puede generar tales problemas sociales que solo pensarlo produce pesadillas. Bueno sería, por ello, que quienes tengan que tomar las pertinentes decisiones evalúen con rigor las mismas y vean lo que en otros lugares hacen con buenos resultados para hacerlo también en Cantabria, pues copiar, por una vez, puede ser bueno.
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