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El Banco Central Europeo se reunió ayer de urgencia para responder al fuerte incremento de la prima de riesgo en los países del sur, incluida España, seis días después de que su consejo de gobierno anunciase la subida de los tipos de interés y la ... suspensión de la compra de bonos a partir de julio. El temor a una crisis de deuda soberana -y por ende, del euro- como la de 2012 a causa de la fragmentación de la confianza de los mercados en la capacidad de los distintos Estados para hacer frente a sus compromisos financieros le ha forzado a compatibilizar la política de contención de la inflación con el anuncio de medidas para alejar esa seria amenaza. El BCE acostumbra a recurrir a mensajes que alienten o disuadan a los inversores. Pero, aun siendo limitado y paulatino el ascenso del precio del dinero que había programado para julio y septiembre, su combinación con la renuncia a la compra de deuda ha puesto en el ojo del huracán a los países más expuestos en ese terreno. Ello revela la inestabilidad económica, muy difícil de sortear a base de un cuadro de señales ideado para la recesión de 2008 o el colapso provocado por la covid, pero que puede inducir comportamientos dispares en un momento de máxima incertidumbre a causa principalmente de la guerra energética de Putin.
La entidad que preside Christine Lagarde corrigió sus pasos al anunciar ayer que se dispone a reinvertir los vencimientos de deuda del extinto programa para combatir la pandemia -en torno a 1,7 billones-, aunque no queda claro que los vaya a utilizar en su totalidad. La «flexibilidad» prometida en esas compras debería apoyar a los Estados en mayores aprietos y contener sus primas de riesgo, aunque está por ver la eficacia de la medida. El BCE pondrá en marcha, además, un nuevo mecanismo para prevenir o atajar frontales diferencias en la situación de deuda de los socios del euro en función de sus finanzas, un desafío de extraordinaria magnitud y complejidad.
La Reserva Federal de Estados Unidos aprobó anoche una subida de tipos de tres cuartos de punto -la mayor desde 1994- en un desesperado intento de controlar la inflación. El precio del dinero queda así en un rango entre el 1,5% y el 1,75%, lo que eleva la presión sobre el BCE. La disparidad en esa materia con la Eurozona puede convertirse en fuente de problemas para las economías fragmentadas del euro que, como la española, no pueden eludir por más tiempo su responsabilidad de disciplinar las cuentas.
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