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Axilia es una palabra griega que designa la inviolabilidad de un lugar. Cuando vemos un sitio o edificio determinado con sus piedras cuajadas por siglos, notamos la latencia de su historia. También sentimos una especie de escalofrío de civilización. Esos espacios y edificios son acumuladores ... de paz y sabiduría. Están vivos. Tienen su axilia. Son inviolables. Contienen la esencia de los hombres que vivieron en ellos.
Viene esto a cuenta de la zozobra de muchos edificios de nuestro patrimonio. Demasiadas veces hemos hecho escombro de sus piedras. En muchos casos, sin saberlo, hemos mutilado la memoria de nuestros antepasados. También hemos borrado su traza en la historia. En los peores de esos casos, los derribos y desapariciones de edificaciones singulares han obedecido a una modernidad mal entendida: no todo lo actual es moderno.
En Cantabria se ha vuelto a hablar recientemente de un relevante edificio civil de Santoña que, como muchos de su vetustez, ha tenido durante siglos superposiciones fecundas sobre su piel, algunas de ellas anónimas e incluso casuales. Ahora pretenden eliminar del antiguo Hospital Militar napoleónico parte de esos añadidos, dicen que por no ser relevantes. Falso; se quieren eliminar por la misma razón que se destruyó el añorado Teatro Pereda santanderino: porque estorban al beneficio económico inmediato sin explorar alternativas respetuosas con los derechos de propietarios y colectividad.
El tiempo es el que realiza incrustaciones y añadidos orgánicos en los edificios históricos. En el caso del edificio santoñés todavía maravilla hoy ver cómo se refleja el alma de sus piedras unida a su lugar, su axilia. Los que coadyuvan a destrozar ese alma, ¡y se atreven a ello!, pretenden derribar sus partes «menos artísticas» con una ceguera tal que falsea los orígenes del edificio, su evolución y su lugar de asentamiento. Se quiere convertir un sitio vibrante, en una mueca esquelética sin ninguna savia vital. Es el temible «falso progreso» que suele actuar como elefante en cacharrería. O es también el temible hormigón que suele avasallar con edificios altos.
En nuestra sociedad late un problema de consumo rápido, prisa e insatisfacción. Y una petulancia, que lo mismo desprecia la pátina de las cosas como las manchas y arrugas de los rostros. El botox de cirugías faciales grotescas se hermana hoy con rehabilitaciones edificatorias sin alma. Y, aún peor, con derribos irreversibles. En tiempos del covid están quedando muy a la vista las incapacidades de muchos gobernantes. No saber mantener el patrimonio es una de ellas.
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