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Pues ahora va y resulta que un miembro de la familia real británica, que no es ni el duque de Edimburgo ni la reina, parece estar muy preocupado por el tono de piel de la realeza, al haberle espetado a Harry si sus futuros ... hijos con Meghan serían muy oscuros de piel, que no sé como el hombre no le mandó a hacer puñetas, por mezquino y miserable, por no llamarle otra cosa, salvo que se lo dijera su propio padre o hermano, lo que ya sería suficiente para que se derrumbase la tradición monárquica del Reino Unido ante semejante vileza.
Como siempre, ha tenido que ser la reina la que ha emitido un comunicado para calmar los ánimos, en plan Karina, para decir: «que si bien algunos recuerdos pueden variar, se los toman muy en serio, y la familia se ocupará de ellos en privado», que es algo así como aquello de que «la familia no recibe» visto que los herederos al trono ya ven la posibilidad de reinar como una quimera, no por falta de vocación, sino por la longevidad de Isabel II, que puede hacer que la serie 'The Crown' sea eterna, y que siga reinando sin una arruga siquiera, y todo gracias a su crema que cuesta solo 1,50 euros, que tiene muy preocupadas a todas las empresas cosméticas.
El soplo no ha sido esta vez de Harry y Meghan sino del escritor Bryan Kozlowski que en su libro 'Larga vida a la reina: 23 reglas para vivir como la monarca reinante más longeva de Gran Bretaña', ha soltado, el muy chismoso, lo de la crema, que por cierto, está meridianamente claro que Isabel II no comparte, como es evidente, ni con su hijo Carlos, ni con su nuera.
Durante toda la historia multitud de reyes y reinas han buscado la piedra filosofal para lograr la eterna juventud, y resulta que la reina de Inglaterra, en plan mercadillo, no solo alcanza la longevidad tan deseada, sino que mantiene su piel que da gusto verla con una crema de cuatro perras, que bien le vendría al 'garrulo' del comentario racista, si en vez de producir en él tan formidables efectos le dejara la cara tiesa, como tiesas se van a quedar las cuentas de las empresas cosméticas.
Ahora me explico yo lo de la fortuna de la Casa Real británica, que está claro que no es fruto de lo que se ahorra con lo que les ha dejado de pagar a Harry y Meghan, sino de lo que se gasta la reina en cremas. ¡Y Berlusconi, operación tras operación, con cara de cera!
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