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Cada 6 de diciembre, los sucesivos presidentes del Parlamento de Cantabria han hecho un canto encendido a la Constitución de 1978 como símbolo y garantía ... ejemplares de estabilidad política perdurable, de convivencia democrática y de progreso. Un bien precioso a preservar que si necesita reformas sólo deberán acometerse con mucha cautela y un amplísimo consenso. También el nuevo presidente de la Cámara, el socialista Joaquín Gómez, cumplió el ritual en su primer discurso conmemorativo de la Carta Magna, pero esta vez el elogio sonó distinto, forzado por las circunstancias. Las medidas referencias a las renuncias que fueron precisas para construir el edificio constitucional y a los cambios que exigen los nuevos tiempos socio-políticos, en buena medida describen la peripecia de su jefe político, Pedro Sánchez, para afianzarse en el poder. Mientras reclama el sacrificio patriótico, sin condiciones, para que PP y Ciudadanos le hagan presidente, intenta una arriesgada negociación para la investidura y el futuro Gobierno con los enemigos declarados de la Constitución y de los pilares básicos que consagra, la unidad de España y la monarquía parlamentaria.
En las filas preferentes del patio del antiguo Hospital de San Rafael, muchos ilustres veteranos que han sido protagonistas políticos de la España democrática y de la autonomía de Cantabria no podían pasar por alto el drástico cambio de escenario. De la saludable alternancia en el poder entre la socialdemocracia y el centro-derecha durante cuatro décadas a que la gobernabilidad de España pueda depender de un condenado y preso por el delito de sedición como Junqueras (ERC), sin descartar a un prófugo de la justicia como Puigdemont (JxCat), que alientan en el Parlament mociones contra el Rey y a favor de la autodeterminación. Y con el PNV aprovechando la coyuntura para promover en el País Vasco un nuevo estatuto con el derecho a decidir. Como Bildu, por una vía aún más radical y con Otegi al frente sin condenar el terrorismo. Y siempre con el apoyo o la comprensión hacia los objetivos nacionalistas por parte del socio principal del acuerdo de gobierno, Unidas Podemos. O sea, el paisaje ideal para que la derecha radical de Vox siga creciendo. Al final del acto, la Orquesta Juvenil UIMP-Ataúlfo Argenta atacaba muy apropiadamente el 'Suspiros de España', que fue ayer un himno nostálgico de emigrantes y exiliados y que hoy bien puede evocar la crisis del modelo constitucional.
A trancas y a barrancas, dos pasos adelante y uno hacia atrás, avanza la negociación del PSOE con ERC que encabezan Adriana Lastra y Gabriel Rufián –¿qué puede salir mal?, ironizan las redes sociales–, en la que ya se contempla la vía política para abordar el conflicto en Cataluña. Cada vez se hace más difícil volver a la casilla de salida para explorar un acuerdo constitucional, de no ser que lo favorezca la feroz competencia de los partidos soberanistas ante las elecciones autonómicas.
Ni a Sánchez se le ha visto dispuesto a dialogar con Pablo Casado ni tampoco el PP está muy por la labor. Cuando sus dirigentes esgrimen que no hay acuerdo posible con el PSOE si Sánchez no da un paso hacia el costado, más bien parece una coartada para no moverse, para no dejar a Vox la bandera de la oposición y quizá para asaltar el poder en otras elecciones que calculan en marzo o en abril si el bloqueo político se mantiene.
Como era de esperar, priman las estrategias domésticas sobre los intereses nacionales en los dos grandes partidos. Sólo Ciudadanos, ahora que no tiene casi nada que perder, se anima a promover el gran acuerdo constitucional contra el populismo de izquierdas y los separatismos que no propició cuando tuvo la oportunidad.
Mientras los partidos cántabros expanden disciplinadamente la doctrina emanada desde Madrid, Revilla y el PRC se reubican a cada rato en estos días convulsos. Ahora han puesto especial empeño en marcar distancias con el PSOE de Pedro Sánchez cuando confraterniza con los independentistas. También les han dado con la puerta en las narices en su ofensiva para imponer el 'cordón sanitario' a Vox en Cantabria. Nada de seguidismos al PSOE ni en este asunto ni en ningún otro. Una cosa es mantener en alto la bandera de las reivindicaciones de Cantabria al Estado y celebrar los eventuales avances en el AVE con Madrid o en el tren rápido a Bilbao, y otra muy distinta hacerle la ola al presidente en funciones y correr el riesgo de contaminarse con las concesiones a los separatistas. También al regionalismo le parecería mejor un pacto constitucional del PSOE con PP y Ciudadanos, que de momento no se ve en el horizonte.
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