Crisis y disparidades regionales
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Cantabria reduce diferencias con la media en periodos de auge generalizado mientras que en los de crisis sucede lo contrarioLa reciente publicación por parte del INE de las estimaciones de crecimiento regional del PIB a lo largo de 2019, circunstancia que permite disponer ... de una serie homogénea desde el año 2000 hasta el 2019, han vuelto a poner sobre la mesa la amplitud de las disparidades regionales existentes en nuestro país y el papel que, en su amplitud, juegan las diferentes etapas del ciclo económico, sobre todo las de recesión y/o bajo crecimiento.
Prestando atención únicamente a las últimas cifras disponibles, lo que se sigue poniendo en evidencia es que las desigualdades regionales de renta (PIB per cápita) son muy pronunciadas pues, sobre una media nacional próxima a los 28.500 euros en 2019, la cifra de Madrid, la región más rica de España, la supera en un 36,7%, mientras que la de Extremadura, la región más pobre, es un 26,5% inferior; en otras palabras, la renta madrileña casi duplica a la extremeña. Dado que prácticamente las mismas diferencias existían en los años 2000 y2010, puede decirse que, en contra de lo sucedido en otros periodos, las diferencias regionales, al menos entre los extremos, se mantienen bastante estables. Si ahora fijamos la atención en nuestra comunidad autónoma, observamos que su renta por habitante en 2019 no alcanzaba el 93% de la media nacional, cifra que superaba ligeramente en el año 2000 y, con más holgura y pese a la entonces incipiente crisis, en 2010; en consecuencia, para el caso de Cantabria ocurre, como suele ocurrir en la mayoría de los casos, que los periodos de auge generalizado le permiten reducir diferencias con la media mientras que en los de crisis sucede todo lo contrario.
Como el PIB per cápita no es más que el cociente entre el PIB y la población, conviene echar una ojeada a estas magnitudes para tener una idea más cabal de la situación actual y su evolución. En cuanto al PIB, se aprecia que tanto Madrid como Extremadura tuvieron unos crecimientos relativamente similares (aunque algo mayores en la primera que en la segunda) entre 2000 y 2010, pero bastante diferenciados (a favor de la primera) en los años de crisis. En Cantabria, también se creció más antes de 2010 que después, pero en ambos periodos se hizo, de forma clara y manifiesta, por debajo de la media nacional.
Desde el punto de vista demográfico, la situación muestra una clara disparidad entre las fases de auge y contracción (de aumentar cerca de un 15% en la primera a sólo hacerlo un poco más del 1% en la segunda) y entre comunidades. De las tres aquí examinadas, Madrid es, con diferencia, la que más ha crecido y Extremadura la que menos, situándose Cantabria en una posición intermedia pero por debajo de la media nacional. Como es fácil de entender, este desigual crecimiento demográfico (que en los años de crisis se tornó en decrecimiento en Extremadura y Cantabria) ha permitido que, como decíamos antes, las disparidades de renta se hayan estabilizado en lugar de haberse disparado. Esto último habría sucedido si, en lo que atañe a la población, su dinámica hubiera sido muy similar en el conjunto del país.
Tres son, a mi juicio, las conclusiones que se puede extraer de todo lo expuesto. La primera, y realmente grave, es la incapacidad mostrada por la política económica para, de forma paulatina pero sistemática, reducir diferencias entre las regiones españolas. La segunda es que, por desgracia, el mecanismo utilizado para evitar que las diferencias a nivel nacional sean mayores es la muy dispar evolución de la población por comunidades autónomas, siempre en contra de las más atrasadas. La tercera, y más próxima, es la incapacidad de Cantabria para acortar diferencias con la media del país.
Desde mi punto de vista, esta última incapacidad no es más que el reflejo de otras dos. Por un lado, la de nuestro sistema productivo para competir con posibilidades de éxito en unos mercados cada vez más complejos y difíciles y, por otro, la de nuestros políticos para sacar adelante proyectos que contribuyan a dar un vuelco positivo a la estructura productiva de la región. Dado que existen numerosos diagnósticos sobre el particular, todos ellos coincidentes en lo esencial, lo que parece colegirse es la falta de voluntad política, de unos y otros, para poner en marcha, de forma decidida, una verdadera estrategia de desarrollo regional. Siendo pequeños, esto debería ser más fácil que en otros lugares, pero ...
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Ana del Castillo
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