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La enfermería está pasando por la mayor situación de riesgo y crisis profesional que jamás se haya percibido. El covid-19 y su impacto en los distintos escenarios -político, socioeconómico y sanitario-, ha sacado a la luz los problemas subyacentes y encallados desde hace décadas. ... Problemas de los que dependen nuestras condiciones laborales, nuestro desarrollo profesional y competencial, nuestro posicionamiento y participación en los niveles y escenarios aludidos, y cómo no, la calidad en la atención sanitaria y en el cuidado profesional que requiere la población, más en la situación actual.
Problemas que no han sido resueltos a su debido tiempo se han intensificado con el paso de los años, asfixiando a una profesión que tras décadas de incumplimientos de acuerdos y compromisos por parte de la Administración, no ha visto alcanzadas las aspiraciones profesionales, ni saldadas deudas irrefutables. Así, por ejemplo, figura el reconocimiento de la clasificación profesional A1, el desarrollo pleno de las especialidades, la prescripción enfermero ('sin complejos, ni prejuicios') como en países de nuestro entorno, la actualización de la Ley de Ordenación de Profesiones Sanitarias y la Ley del Medicamento, la aprobación de la Ley de Seguridad de Paciente, que garantizaría una ratio segura de atención enfermera-paciente, la regulación del Enfermero de Práctica Avanzada, que permitiría resolver y garantizar la accesibilidad a los servicios y atención... y otros problemas como la consabida precariedad laboral con alta temporalidad, contratos efímeros que implican desplazamientos a grandes distancias y de un día, so pena de pasar al final de la bolsa de empleo, o enlazar cuatrocientos contratos en seis años, de los que 300 pueden ser de un día.
Necesitamos más profesionales para alcanzar al menos la media europea de 864 enfermeras por cada 100.000 habitantes, 248 más de las que tiene España, mejores condiciones en el ámbito sociosanitario (residencias) y apuesta firme por la enfermera especialista en geriatría para coordinar la atención a mayores y dependientes, ahora más que nunca, con lo que hemos vivido a través de nuestros mayores. Enfermeros en todos los colegios, u otras formas de organizar la atención al escolar y la educación en salud desde la infancia. Más oportunidades y menos barreras, obstáculos e impedimentos para que las enfermeras puedan tomar decisiones, estar en puestos de gestión y responsabilidad en organizaciones sanitarias. Mismas oportunidades y ayudas para que puedan investigar y transferir resultados a la práctica clínica, y cómo no, espacios donde la «voz enfermera» esté presente en la toma de decisiones políticas y no como eco, emitido por otros, en el mejor de los casos. Es fundamental que su visión se incorpore para fortalecer la planificación en el sistema sanitario y alcanzar las metas.
La mayor fuerza sanitaria laboral se resiente. Cuestiones por solucionar, entornos laborales difíciles y hostiles, y la crisis del covid-19, ponen en riesgo nuestro sistema sanitario. Un 46,5% de encuestados a través del Consejo General de Enfermería manifiestan haber pensado abandonar la profesión y un 62,8% han pensado en adelantar la jubilación a pesar de la consiguiente pérdida económica, situaciones de hasta 400 euros, lo que parece sugerir un convencimiento firme de abandono.
El covid-19 afectó a la salud física y psicológica de los enfermeros, el estrés continuo al que se enfrentan desencadena síntomas de estrés postraumático y mala prestación de servicios, con sentimientos de impotencia y distrés moral ante el afrontamiento de pacientes que sufren y mueren.
El pasado diciembre, en el cierre de la campaña mundial 'Nursing Now', celebrada en el Ministerio de Sanidad, responsables políticos encargados de la organización del sistema sanitario escucharon a representantes de la profesión de enfermería, nacionales e internacionales, líderes de la campaña que concluyeron sobre cómo resolver y garantizar el futuro de los enfermeros y el de la salud de la población. Y apuntaron a una adecuación de políticas para que la contribución profesional sea real y acorde a su potencial y graduación, permitir su desarrollo profesional y una posición lícita en el sistema para que su papel y visión propia garantice una atención integral desde cualquier ámbito y nivel. Al finalizar, la ministra de Sanidad se posicionó respecto a una estrategia nacional de cuidados cogobernada desde las comunidades autónomas. Sin embargo, el desinterés por el cuidado y la atención profesional parece seguir su curso, y a pesar de la campaña. Observamos con estupor cierta tendencia capciosa ante desarrollos, como el recientemente publicado Real Decreto 46/2022, de 18 de enero que describe cualificaciones en Formación Profesional para la atención sociosanitaria, con competencias propias de las enfermeras. A decir verdad, este tipo de soluciones, abaratando costes, ya fue probado en otros países, con resultados muy poco recomendables (Aiken, 2014). Quizás la intención de tapar deudas, la falta de apoyo y la consabida desafección hacia los enfermeros por parte de políticos y la propia Administración, determine definitivamente la desprofesionalización del cuidado tal y como lo entendemos hoy. Estaremos atentos y muy preocupados, tal y como creo que debería sentirse la población.
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