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Las recientes manifestaciones del papa Francisco denunciando los abusos que se produjeron durante la denominada conquista de América por los españoles, y los resquemores que sus palabras han provocado en algunos ámbitos políticos de España, demuestran una vez más los escasos conocimientos de muchos ... políticos que viven apegados a los mitos y no a la historia de sus países.
Las nuevas naciones europeas -ninguna tiene poco más de doscientos años- se han formado, consolidado y enriquecido en su mayoría mediante la conquista y colonización de otros pueblos de América y África considerados inferiores en cuanto a su cultura y sus religiones, siguiendo los pasos de Francia, modelo de la nación moderna e inventora de la idea. No es este el caso de España, pues la conquista de América no fue obra de una nación política, entonces inexistente, sino de una monarquía plurinacional que se formó a raíz del matrimonio de los Reyes Católicos.
Con todo, para muchos españoles actuales las víctimas entre la población de los países colonizados de América fueron 'daños colaterales' de menor importancia comparados con el gran bien que representó su cristianización.
Pero se trata de un fenómeno histórico que no ha sido exclusivo de España y América y que pone de relieve en toda su crudeza un libro reciente de la escritora etíope o abisinia Maaza Mengiste, exiliada de su país en Estados Unidos. El libro, titulado 'El rey en la sombra', denuncia los numerosos abusos y atropellos, especialmente contra las niñas y las mujeres, cometidos por los soldados italianos a raíz de la invasión del país por Mussolini en 1935.
Al constatar estos hechos, hay que recordar que el Vaticano y la Iglesia italiana justificaron la invasión como una gesta digna del mayor de los elogios porque servía para llevar el catolicismo a aquel país. Hace pocas fechas recordaba yo en otra tribuna publicada en este mismo diario las palabras del entonces arzobispo y cardenal de Milán, Ildefonso Schuster, en su alocución en un seminario de 'Mística fascista' en 1937: «Mientras Pío XI envía hasta los confines del mundo a sus misioneros, las legiones italianas ocupan Etiopía para asegurar a ese pueblo la doble ventaja de la civilización imperial y de la fe católica en la común ciudadanía espiritual de aquella Roma donde Cristo es romano».
Podría recordar también estas otras palabras con las que el mismo arzobispo bendecía y arengaba a los soldados italianos que partían hacia aquel país en 1936: «Nosotros colaboramos con Dios en esta misión nacional y católica de buena voluntad, en especial en este momento en que, sobre los campos de batalla etíopes, la bandera italiana lleva el triunfo de la cruz de Cristo».
No hay que olvidar que Etiopía era un país cristiano, aunque no católico, desde el siglo IV y el único de África que, además de ser cristiano, no había sido colonizado por ninguna potencia europea.
¿Qué pensarían las víctimas etíopes de los soldados italianos de esta «civilización imperial y esta misión católica de buena voluntad» cantada por el cardenal? Me imagino que algo parecido a lo que sentirían y pensarían las víctimas de la colonización y cristianización de América si escuchasen a los españoles que se han sentido ofendidos por las palabras del papa Francisco hasta calificarle como un papa antiespañol, algo que recuerda las reacciones del régimen de Franco contra el entonces papa Paulo VI -quien, por cierto, fue el sucesor de Schuster en el arzobispado de Milán-. Quienes así piensan parecen lamentar los muchos cambios que se han producido en pocos años en los ambientes vaticanos si comparamos las palabras de Francisco con el hecho de que Juan Pablo II no tuvo escrúpulos en beatificar en 1996 al cardenal fascista Schuster. El papa argentino ha tenido la valentía de romper con la asociación entre nacionalismo, colonialismo y cristianismo tan enraizado en la historia de Europa y que fue la excusa o la bandera para justificar los atropellos de las tropas italianas en Etiopía, ideas y sentimientos que parecen compartir ciertos políticos y ciudadanos españoles.
Quizá el hecho de ser hijo de una familia de emigrantes italianos en esa América colonizada y cristianizada explique su sensibilidad para ver la historia con ojos diferentes a los de los colonizadores del Viejo Continente.
Y, como jesuita, es también muy consciente de que fueron los reyes de España y Portugal quienes se aliaron con el papa Clemente XIV para suprimir en el siglo XVII las famosas y alabadas misiones jesuíticas de Argentina, Paraguay y Brasil por las presiones de los terratenientes y conquistadores españoles y portugueses.
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