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Suena un tango insolente, un tango equilibrista, y la chica de los aros forma con ellos artísticas figuras. Las aguas de la bahía acogen todo ... lo que flota: compiten las traineras con la renacida Pedreña al mando; una zodiac remolca a un velero distraído; salen tres pesqueros en busca del bocarte, el chicharro y la caballa; está atracado el ferry Pont Aven, que forma con el galeón Andalucía una estampa de siglos; llega un buque de carga rodada de Höegh Autoliners; regresa el Regina Doce de la excursión al río Cubas; retornan los yates y las motorucas a su refugio de Marina del Cantábrico; cruzan veloces dos motos acuáticas y un joven maneja con dificultad su tabla a remo. En el muelle, dos hombres dirigen su orquesta de marionetas, y como la chica contorsionista y un todomúsico peruano, reciben más aplausos que monedas.
En la tarde santanderina del extraño verano, veo al obispo con su andar ligero de vuelta a la catedral tras el caminar diario, mientras un coche policial circula despacio por el Paseo Marítimo y uno de los agentes llama la atención a la pareja con la mascarilla en el codo. Una señora pide permiso amablemente para sentarse en un banco a la distancia adecuada; una niña llora al caerse, aunque las lágrimas desaparecen ante la promesa paterna de un helado y la visita al parque; saludo a Ernesto y a su perro Bienvenido; juega el Machina con su nieto adoptado y un monopatinero está a punto de arrollar a un viandante en el punto más negro de los carriles bici, junto a la Grúa de Piedra. La pescadora de caña con silla playera pregunta la hora porque se le ha muerto el móvil.
En la tarde de agosto de la parca invisible, una chica les dice a sus amigas que intentará rescatar a su novio del lado oscuro, aunque no debe ser nada grave porque ríen las tres. El Ateneo informa del éxito de las conferencias virtuales, una experiencia inédita con un balance sorprendentemente satisfactorio. Las embarcaciones que navegan en la bahía se llenan de turistas, las piedras del comienzo del arenal de Los Peligros denuncian la inutilidad política y avanza con prisa de tortuga el papeleo sobre el edificio del Banco de España, en un verano que no es el del 42 sino el del 2020, cuando aguardamos con impaciencia la vacuna definitiva que nos devuelva la normalidad perdida, si es que llega. Suena, junto a la mar, un tango insolente, un tango equilibrista, y la chica de los aros forma con ellos artísticas figuras.
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