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La guerra comenzó en Wuhan. Esta ciudad de 11 millones de habitantes, situada junto al río Yangtsé, es el nudo de comunicaciones más importante de China central. Los primeros casos de Covid-19 se detectaron en diciembre de 2019, en forma de neumonía idiopática ... , en un grupo de personas compuesto principalmente por trabajadores del mercado mayorista de mariscos local.
A día de hoy, la enfermedad se ha extendido por 185 países, se han cerrado universidades y colegios en 124 países y se han impuesto restricciones a los viajes, cuarentenas, confinamientos, cancelación de eventos y cierres de establecimientos que afectan a más de la tercera parte de la población mundial.
Alguien se puede preguntar cómo es posible que un brote localizado de una enfermedad acabe afectando a todo el planeta, a pesar de la eficacia de los sistemas sanitarios modernos. La respuesta, que ya habíamos anticipado, está en la inmunidad. Nos estamos enfrentando a un virus con el que la humanidad nunca había tenido contacto y, por lo tanto, nuestro sistema inmunitario no estaba preparado para combatirlo. Es imposible prevenir la aparición de una enfermedad que proviene de especies ajenas a la humana; todavía desconocemos la inmensa mayoría de las especies de virus que pueblan la Tierra, adivinar dónde y cuándo se va a dar una mutación que permita el salto entre especies es imposible, de momento.
Careciendo de vacuna y de tratamiento específico, la manera ideal de combatir la pandemia hubiera sido detectar todas y cada una de las personas infectadas y someterlas a cuarentena. El único problema es que la mayoría de los afectados son asintomáticos, pero pueden contagiar. La única manera de detectar todos los casos sería someter a test a toda la población mundial, algo sencillamente inviable.
La lucha contra este microscópico enemigo está siendo larga y costosa, pero la estamos combatiendo con las mejores armas que disponemos. Sabemos que las medidas de confinamiento se van a relajar a partir del 27 de abril. Si no se ha inmunizado una proporción adecuada de la población habrá repuntes, y nos veremos obligados a volver al confinamiento para garantizar la eficacia del sistema sanitario. Es posible que se convierta en una enfermedad estacional y nos respete durante el verano, pero aún es pronto para decirlo. También es demasiado pronto para saber si la inmunidad que se adquiere al pasar la enfermedad será permanente, o al menos duradera. Así que en los próximos meses, y quizás en los próximos años, nos veremos obligados a mantener la distancia social, la higiene, la mascarilla, y posiblemente a encerrarnos en casa unas semanas de cuando en cuando para evitar que los hospitales se colapsen. Pero si seguimos unidos, venceremos.
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