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Un crudo invierno
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No sabemos si climatológicamente, pero económicamente, tanto para empresas como para familias, lo seráPese a que la recuperación económica occidental avanza de forma aceptable, son varias las incertidumbres que la amenazan; de entre ellas, la más importante de ... todas, pues podría hacer descarrilar el proceso, es, sin lugar a dudas, el aumento de los precios de algunas materias primas, especialmente el gas y el petróleo. El último está encareciendo el movimiento de mercancías y personas, dificultando así el relanzamiento de la actividad; el primero, a través de su impacto sobre los costes energéticos, tiene idéntico efecto desincentivador, sobre todo a través de la reducción del ahorro y el aumento de la inflación.
El precio del gas (del petróleo escribiré otro día) ha crecido de forma desbocada en los últimos meses; tras permanecer bastante estable la mayor parte de la década pasada, e incluso caer de forma significativa al final de la misma, inició un fuerte repunte a mediados del año pasado, que le ha llevado a quintuplicarse en los últimos doce meses. ¿Por qué es esto así? Y ¿por qué se teme que siga subiendo al menos durante unos cuantos meses más?
La respuesta a las dos preguntas anteriores es todo menos complicada, pues, en gran medida, se sustenta en el funcionamiento (bien que, en algunos casos, forzado) de los principios de la oferta y la demanda, en un mercado gasístico que, más que nunca, es verdaderamente global. Por el lado de la demanda europea, y en relación con el pasado reciente, la mayoría de los expertos apuntan a dos factores como causantes de su aumento: por un lado, a las elevadas temperaturas sufridas durante los meses veraniegos de 2020 y 2021 y, por otro, a todos los problemas climatológicos (Filomena incluido en el caso español) sufridos a lo largo del último invierno; añadamos a esto, el incremento de la demanda asiática (china, en particular), la propia recuperación europea y la subida de los precios de las emisiones de CO2. En cuanto a las expectativas sobre la demanda, valga decir que el invierno y el verano pasados han reducido considerablemente las reservas de gas, lo que, al querer recomponerlas de cara al próximo invierno, está dando lugar a que la demanda aumente y, con ella, los precios. ¿Durante cuánto tiempo? Nadie lo sabe, aunque, en el mejor de los casos, se espera que se mantenga así hasta bien pasado el invierno; después, ya veremos.
Para más inri, las dificultades para que el precio del gas baje descansan, también, en el lado de la oferta, que está muy constreñida. Como es sabido, la oferta de gas llega a los mercados básicamente por dos vías: gasoductos y barcos metaneros. Los primeros funcionan sobre todo mediante suministros a medio y largo plazo, mientras que los segundos operan más en el corto plazo; en consecuencia, el precio del gas que discurre por los gasoductos tiende a ser más estable, mientras que el que viaja en los metaneros (gas natural licuado), que influye decisivamente en el precio del día a día, es mucho más volátil.
En lo que llevamos de año se ha producido lo que los expertos consideran que es un estrechamiento importante de la oferta, a menudo por razones geopolíticas, pero también económicas. Por lo que atañe a estas últimas, las caídas de precios registradas hasta mediados del año pasado hicieron que el fracking dejara de ser rentable, con lo que la producción global de gas (especialmente en Estados Unidos) se redujo de forma sustancial. En cuanto a las razones geopolíticas, la hipótesis más determinante (y un tanto conspirativa, aunque probablemente cierta) parece ser la actitud de Putin de bombear menos gas a los países europeos para así presionar a favor de la apertura del gasoducto Nord Stream 2. Aunque indirectamente, por aquello del mercado global, estas restricciones afectan también a España, pese a que aproximadamente la mitad de nuestro suministro proviene de Argelia. Pero, como no hay dos sin tres, nuestro problema se ve un tanto agravado por la crisis argelino-marroquí pues, aunque parece que no afectará al suministro, puede hacerlo con los precios.
En definitiva, las tensiones en la demanda (con sus significativos aumentos) y en la oferta (con su achatamiento por motivos varios) explican el aumento del precio del gas, al menos, como apuntábamos previamente, hasta mediada la primavera. No sabemos si, climatológicamente hablando, este invierno va a ser crudo o no, pero desde el punto de vista económico, tanto para las familias como las empresas, seguro que lo será.
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Ana del Castillo
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