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El 5 de abril de 1982, siendo presidente Leopoldo Calvo Sotelo, España se integraba en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), después del debate parlamentario celebrado en octubre de 1981, con el apoyo de UCD, Alianza Popular y nacionalistas vascos y catalanes.
Faltaban ... unos meses para que el PSOE ganara las elecciones generales con más del 48% de los votos y 202 diputados. Si en la 2ª República el PSOE había gobernado en coalición con otras formaciones políticas, en octubre de 1982 lo hacía con mayoría absoluta. Habían pasado siete años de la muerte del general Franco y 20 meses de la intentona golpista del teniente coronel Tejero.
El desafío para el nuevo Gobierno no era menor: evitar la intervención del Fondo Monetario Internacional y tratar de superar la mala situación económica, estancada en el crecimiento, con una alta tasa de inflación y un paro que superaba el 17% de la población activa. El Gobierno socialista presidido por Felipe González, no podía defraudar a los españoles que deseaban disfrutar de las libertades democráticas y del bienestar económico y social. Se trataba, desde políticas progresistas, de avanzar hacia una sociedad abierta, libre, estable y tolerante en un país avanzado y moderno.
Tuvimos la sensación de estar dejando atrás una anomalía histórica. ¿Puede haber mayor anomalía histórica para un país que soportar durante décadas una dictadura? Conscientes de las dificultades, sabíamos que había superar errores históricos y vincularnos a un proyecto político compartido con otros países europeos. Necesitábamos abandonar la vieja tesis de que éramos incapaces de modernizar e industrializar nuestro país.
La sociedad española percibió la consolidación de la democracia, la primacía del poder civil sobre el militar, la integración en Europa y en la Comunidad Internacional, la descentralización política y administrativa, el desarrollo de la cultura y la consolidación del Estado de Bienestar con el reconocimiento y universalización de los derechos a la sanidad, la educación y las pensiones. España ya no tenía por qué helarnos el corazón, ha escrito Ignacio Peyró. Durante aquella década que va de 1979 a 1988, el PSOE atravesó complejas encrucijadas que transformaron algunos de sus principios programáticos que, lejos de alterar su identidad, sirvieron para precisar el componente socialdemócrata de su proyecto político y confirmar su vocación europeísta. Con los socialistas en el gobierno lográbamos ser un país homologable con los de nuestro entorno.
El PSOE corrigió su posición respecto a la OTAN. La permanencia de España en la OTAN fue ratificada en el referéndum celebrado el 12 de marzo de 1986, con una participación del 59,4%. El sí obtuvo el 56,85% de los votos válidos emitidos. En 1999 España se incorporó a la estructura militar integrada de la Alianza Atlántica, y en 2022 la OTAN celebró en Madrid una Cumbre histórica.
El PSOE abandonó el marxismo como una de sus señas de referencia estatutaria en el XXVIII Congreso celebrado en Madrid en mayo 1979, después de las primeras elecciones democráticas en las que el PSOE se consolidó como la segunda fuerza parlamentaria. Renunciar al marxismo se saldó con una seria crisis interna que se cerró en el Congreso Extraordinario celebrado en Madrid en septiembre de 1979. Siguiendo lo que años antes había hecho el SPD alemán, el PSOE abandonó el marxismo como ideología oficial y se definió como un partido socialdemócrata de estructura federal.
El PSOE precisó su autonomía respecto a UGT, el sindicato de inspiración socialista al que siempre había permanecido unido de forma fraternal y solidaria. En 1987 UGT, siendo su secretario general Nicolás Redondo, manifestó su desacuerdo con la reconversión industrial y la ortodoxia económica, siendo ministro de Economía y Hacienda Carlos Solchaga, una ruptura que se manifestó con la huelga general del 14 de diciembre de 1988. No se volvería a hablar del sindicato UGT como correa de transmisión del PSOE.
Algo más tarde, la crisis y recesión de 2008 nos abrió las costuras y los gobiernos de Rodríguez Zapatero y de Rajoy no supieron responder con las medidas adecuadas al tamaño de la crisis y las instituciones europeas tampoco quisieron colaborar para aliviar los problemas de algunos países del sur. El paro en España creció entre 2008 y 2014 en 13,2 puntos.
Para acumular problemas, el independentismo catalán en 2017 quiso romper unilateralmente la Constitución y no hubo más remedio que responder con la fuerza legítima del Estado de Derecho. El independentismo excluyente alejaba a Cataluña de los acuerdos políticos incluyentes de 1977.
Algunos errores del pasado se han corregido en la gestión de la crisis de la pandemia del covid 19, el uso de los Erte es un ejemplo de ello, aunque nuestro sector público y nuestro sistema productivo mantienen algunos problemas estructurales. Desde un esfuerzo de regeneración, quizá debamos restañar algunas grietas abiertas por el tiempo y el desasosiego.
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