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Negarlo todo, no aceptar nada y culpabilizar al oponente». La fórmula fue acuñada por los neoconservadores durante el Gobierno de Bush II (2000-2008) pero hoy es utilizada a derecha e izquierda urbi et orbe. Es una fórmula machacona en extremo que niega cualquier posibilidad ... de diálogo pues tapa la boca a quien quiera que les inquiera (oponentes políticos, periodistas, etcétera) negando toda imputación, no aceptando ninguna responsabilidad, desviando el punto de mira al oponente. No es sólo la negación del diálogo, es la negación de la política liberal, es la práctica de la autocracia bajo una cobertura democrática.
Como digo, la fórmula es de uso común; pero el PP de Aznar (tan amigo de Bush II) fue pionero en España y hoy en día la siguen utilizando como único recurso. Este recurso respondía a una estrategia utilizada por De Gaulle en mayo del 68, «yo o el caos», y a Aznar le sirvió para aparecer como el único gestor responsable en medio de la vorágine separatista ante la que el PSOE había claudicado. El PP volvió a utilizar la misma fórmula contra un Zapatero que supuestamente había claudicado ante la Gran Recesión. Hoy la vorágine la ha provocado la pandemia pero el mensaje es el mismo: el PSOE ha claudicado.
El PP tiene un problema: después de 20 años la fórmula se ha desgastado; el electorado está literalmente harto de estos enfrentamientos cainitas que consumen la energía de los dirigentes, en lugar de dedicarse a fondo a resolver cooperativamente la tremenda crisis que tienen entre manos. Las limitaciones del oponente son muy específicas, pero si se presentan envueltas en un pliego de acusaciones que le hace responsable de todos los males, incluidos los obvios errores cosechados por el PP, las verdaderas culpas se diluyen. No pudiendo ver con claridad en el río revuelto, el elector común concluye que todos los políticos son igualmente responsables. El PP tiene un problema añadido. A mí Casado siempre me ha parecido el Sánchez del PP (el poder por encima de cualquier otra prioridad), solo que con «valores» adicionales: no tiene ninguna experiencia de gobierno, no tiene exposición directa a la Unión Europea, no se le supone otro conocimiento político que el dominio de las relaciones públicas. Perfil idóneo para hacer campañas, mediante el exclusivo recurso de echar la culpa de todo al oponente; pero una cosa es hacer campaña y otra muy distinta dirigir un partido. ¿Es este el perfil del líder que necesita el PP en las actuales circunstancias? No digamos ya el país.
A raíz de la caída de la presidencia de Rajoy por el caso Gürtel llegué a la conclusión de que una regeneración del PP no sería suficiente, era necesaria una auténtica refundación como la que llevó a cabo Aznar con AP. El mayor servicio que Casado podría prestar a su partido es reconocer la necesidad de esta tarea y actuar de facilitador de la misma. El primer paso debería ser el diseño de un proyecto atractivo de vida en común de cara al futuro; lo cual pasa por confeccionar un programa para llevarlo a cabo. Su escandalosa ausencia de proyecto hace que Vox y Ciudadanos le roben votos y escaños impunemente. Para que dicho proyecto sea eficaz, es preciso centrar al partido entre el nacionalismo radical de Vox y el ADN liberal de Ciudadanos. No tiene que mirar muy lejos para cortar este traje: el partido demócrata cristiano alemán cumple a la perfección ambas condiciones; a la defensa de los intereses nacionales y los principios de la democracia liberal, le suma los valores del humanismo cristiano plasmados en la doctrina social de la iglesia; la superación de la lucha de clases, mediante la concordia entre los diferentes «grupos de interés», particularmente entre empresarios y trabajadores.
El papel que debería desempeñar Casado está en función del plan de refundación. Empezando por formar una comisión de expertos encargada de diseñar el proyecto y formular el programa. Como secretario general Casado debería encargarse personalmente de la limpieza de los establos, cribando a todo dirigente o militante con sombra de sospecha en el asunto de la corrupción. En cuanto al candidato a la presidencia, pienso que lo mejor sería designar a una persona de experiencia y reconocida solvencia para las próximas elecciones y, para las siguientes, tener desarrollado un buen plantel que garantice larga vida y éxitos sostenibles en la aplicación del programa. El PP siempre se ha caracterizado por tener un buen banquillo, aunque Casado barrió a las más conocidas figuras cuando asumió la secretaría malo será que no haya nuevas promesas.
Cómo se ve, no hablo de nada nuevo o revolucionario. Pero en los tiempos que corren las decisiones que recomienda el sentido común no suelen ser las que terminan por imponerse, a causa de los intereses espurios de los principales actores. El servicio público es la esencia de la política democrática y cuando se pierden las esencias pasa lo que pasa.
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