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Hace años, Isaac Asimov publicó un ensayo titulado 'Perdido en la no traducción', en el que sostuvo que la parábola del buen samaritano solo ... puede entenderse en plenitud si se excluye la palabra «buen», que Jesús de Nazaret nunca empleó. Tenemos la expresión «buen samaritano» tan grabada en la memoria, según Asimov, que asociamos «samaritano» a «bueno», como si la bondad formara parte de su naturaleza. Olvidamos que en esa época los samaritanos eran considerados «herejes odiados, despreciados y viles» con los que ningún judío hubiera querido relacionarse. La omisión del estatus social del samaritano resta valor al auxilio generoso prestado por uno de ellos a un hombre gravemente herido, y desvirtúa la enseñanza transmitida por Jesús de que el concepto de prójimo no debe restringirse a ningún grupo. Es lo que Asimov llama la 'no traducción', la laguna narrativa de aspectos clave para comprender el todo.
Los políticos cántabros, y cualesquiera otros, se pierden frecuentemente en la 'no traducción'. Por eso, cuando algún miembro del Gobierno publica un artículo extenso debemos fijarnos, más que en lo que dice, en lo que no hace, en lo que no cuenta, en los compromisos rotos y las promesas falsas. Los textos políticos suelen ser infumables, pero a veces se vuelven patéticos en la loa propia -y torpe, porque el lector no es imbécil- sin comedimiento alguno. Aunque no hay diferencias sustanciales en cuanto a la magnificación de los escasos logros de regionalistas, populares y socialistas a lo largo de cuatro décadas de autonomía, la situación ha empeorado gravemente en los últimos tiempos. El deterioro global y relativo de Cantabria augura un futuro pobre y oscuro y desnuda el fracaso de una gestión populista, ineficaz en resultados, carente de autocrítica y escondida, también, en la 'no traducción'.
El caos organizativo y vago en la aplicación de las primeras vacunas llegadas a Cantabria para combatir el virus ha sido noticia nacional. En las malas películas policíacas el asesino era el mayordomo y en las administraciones la culpa la tiene el ordenanza, lo que el Gobierno convierte en el cese de la directora general de Salud Pública, Paloma Navas, evitando mirar arriba, hacia el consejero de Sanidad, Miguel Rodríguez, principal responsable político, o más alto aún. El escándalo de la holganza navideña y del fin de semana de asueto sin inyectar dosis mientras la gente se contagia y muere, o la improvisación acelerada en la preparación de equipos, son motivos suficientes para la adopción de medidas drásticas. La talla de los políticos se comprueba en los momentos duros, y la nota que la pandemia concede es la de un suspenso generalizado.
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