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Un woke es una persona que, según los expertos, vive obsesionada por reprender a todo el que no cumple con lo políticamente correcto. Esta subcultura ... es una corriente generada por enormes fuentes y sustentada sobre pilares resistentes. Lo llaman «despertar» (woke). El woke, como movimiento, apareció por primera vez hace más de un lustro en Estados Unidos cuando distintos grupos estudiantiles trataron de censurar y expulsar a conferenciantes de las universidades.
La cultura woke o de la cancelación repite 'el silencio es violencia'. Ya no es posible ser neutral: si no afirmas lo que dicta el pensamiento políticamente correcto, es que lo estás atacando. La propaganda sobre la homosexualidad, la ideología de género o el neoracismo es casi imposible de esquivar. La dictadura de lo políticamente correcto persigue imponer nuevos valores como el activismo, la transversalidad o la diversidad. No se admite discusión. Se trata de una nueva forma de censura. Una censura perversa para la que no estamos preparados, pues a veces la ejerce el Estado, el Gobierno, un partido político y en otras ocasiones fragmentos difusos de lo que llamamos sociedad civil. Tachan de «fascista» a todo el que disiente de los postulados oficiales. Sus principios ideológicos, sus fundamentos, su forma de operar, está fomentando una tiranía mediática a la que debemos dar respuesta.
Lo que hasta hace unos años no eran más que un conjunto de propuestas más o menos deslavazadas son ahora, como señalaba recientemente el arzobispo de Los Ángeles «un credo social, una pseudo-religión» con nuevos dogmas e inquisiciones. Por ello, desde el punto de vista de la Iglesia, estas ideologías, son contrarias al legado cristiano y suponen un obstáculo cada vez mayor porque dificultan la evangelización.
Si no aceptamos sus planteamientos debemos sentirnos culpables, como si hubiésemos hecho algo vergonzante. «Los cristianos hemos pasado de ser vistos como excéntricos, a ser considerados malvados» (Rod Dreher). La verdad es que los cristianos no somos locos ni estamos solos. La propaganda a la que estamos sometidos es un gran mentira que nos quiere hacer ver el mundo a su manera para que renunciemos a nuestra fe. Pero Jesús no quiere admiradores, busca discípulos. No podemos separar a Cristo de la cruz. Es la gran lección de los mártires. La fe confortable es una mentira.
Ha nacido hace poco la universidad de Austin contra la corrección política. Un grupo de intelectuales se han rebelado contra la censura y han creado una universidad que busca preservar la libertad de investigación y el intercambio de ideas frente a la asfixia creciente provocada por la ortodoxia progresista en los campus universitarios y más allá de ellos.
Como colofón me gusta recordar, a propósito de todo esto, los siguientes pensamientos: «El verdadero valor de un ser humano no viene determinado por su grado de posesión, supuesto o real, de la verdad, sino más bien por la honestidad de su esfuerzo en pos de alcanzarla. No es la posesión de la verdad, sino más bien la búsqueda de la misma, lo que ensancha su capacidad y donde puede hallarse su siempre creciente perfectibilidad. La posesión nos convierte en sujetos pasivos, indolentes y orgullosos. Si Dios ocultara toda la verdad en su mano derecha y en su izquierda no escondiera más que el firme y diligente impulso para perseguirla, y se me brindara la oportunidad de escoger únicamente una de las dos, tomaría con toda humildad su mano izquierda, aun con la condición de errar siempre y eternamente en el proceso» (G. Lessing, 1778).
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