En la cumbre
En las citas del poder suele haber muy buenas palabras que se arrojan al viento
Maria Maizkurrena
Jueves, 17 de noviembre 2022, 07:33
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Maria Maizkurrena
Jueves, 17 de noviembre 2022, 07:33
Las cumbres de los dioses podemos visitarlas en los relatos de Algernon Blackwood, Lovecraft o Lord Dunsany, por no hablar del monte Olimpo y su mitología. Las de los mortales son de quita y pon, campamentos de lujo, y en el tiempo fugitivo han coincidido ... este año la del clima (COP 27) y la del G-20. Este grupo, el de los veinte, contiene a la Unión Europea y España ha logrado ser «invitado permanente», un estado en el que no conviene permanecer.
Total, que los representantes de los siete, ocho o veinte países (G-7, G-8 o G-20) que se reúnen por turnos, o la Organización de Naciones Unidas (en el caso de la cumbre del clima y otras), abren y cierran sesiones, van y vienen con gran revuelo del aire del poder, aparecen y desaparecen dejando tras de sí la estela de sus sonrisas y sus discursos. Un día están en Sharm-el-Sheij y al día siguiente en Bali. Todos quieren estar, y no sólo los jefes de Estado, sino los representantes de otros organismos, ONGs, empresas y grupos de presión. Más de 40.000 personas han acudido a la COP27 y 636 'lobbies' conectados a los intereses del gas y del petroleo se han movido y se mueven aún por las salas, los pasillos y las calles de la ciudad balneario.
Sharm-el-Sheij es una pura contradicción, como la Humanidad misma, una urbe con 12 lagunas artificiales en un país agobiado por la pobreza hídrica. Allí se va a hacer 'networking' del bueno, como en todas las cumbres, y también del malo. Es decir, que una cosa son los objetivos generales, oficiales y beneficiosos, y otra la tejeduría de las sombras. Egipto no es precisamente un país famoso por su respeto de los derechos humanos; y el derroche de agua, el lujo y el movimiento constante de aviones no representan tampoco las aspiraciones éticas y estéticas de una cumbre del clima. Pero así van las cosas.
Las cumbres de los más altos montes han estado siempre llenas de dioses, porque no todos los dioses han vivido en el cielo: con más frecuencia han tenido sus palacios allí donde el cielo y la tierra se tocan. Pues eso es lo que pasa en estas habitaciones transitorias del poder humano, que el cielo y la tierra se tocan y el infierno queda muy lejos, muy desdibujado, muy borroso. Hasta la guerra de Ucrania, presente en cada cumbre, no comparece tanto como tierra arrasada y humanidad mutilada, sino más bien en forma de cifras, economía, estrategia…
El poder habla del poder. Las cumbres son en realidad una cumbre que se traslada de aquí para allá, de Davos a Nueva York y de un continente a otro. Suele haber muy buenas palabras que se arrojan al viento. En cuanto a las intenciones, las hay de todo tipo. Yo creo que a veces a estas gentes que se mueven tan arriba se les olvida incluso su propia mortalidad.
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