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La celebración de la Cumbre por el Clima en Madrid (COP25), más allá de la amnesia sobre la parálisis, inhibición o silencio de la mayoría de los países desde hace décadas, a pesar de las evidencias científicas y las denuncias ecologistas, ha reiterado todos los ... tópicos propagandísticos, estrategias voluntaristas y lenguajes lejanos de compromisos reales que gobiernos y entidades –véase, por ejemplo, la declaración oficial de la banca sumándose al espectáculo de la conversión a la sostenibilidad y el ecologismo social– deberían haber suscrito en una Declaración Final. Pero le ha faltado contundencia en la denuncia de la actitud –con sus delegaciones de segundo nivel y su distanciamiento de planteamientos más ambiciosos– que han adoptado China, India, Brasil, Rusia y EE UU, máximos responsables de emisiones de CO2, del cambio climático, de la degradación ambiental y de las desigualdades e impactos sobre la población con la globalización y el llamado capitalismo verde o tardío. Y todo a pesar del Informe Meadows (1972) sobre 'Los límites del crecimiento' y la incompatibilidad entre superficie finita y los recursos de la tierra con la explosión demográfica y el consumo infinito; del Informe Brundtland y 'El desarrollo sostenible' (1987), que ya alertaba de los desastres ambientales del desarrollismo económico y la hiperindustrialización; de la Conferencia de Río 92 y Río+20 donde, en teoría, se aprobaba la ejecución de la Agenda 21 y las 2.500 recomendaciones sobre protección de la salud y la biodiversidad, la descontaminación del aire, suelo y aguas, la gestión sostenible de mares, bosques y montañas, la lucha contra la desertificación, el saneamiento, depuración y tratamiento de vertidos y residuos...; o de la Cumbre de París de 2015 con las medidas contra el cambio climático.
Un 'brindis al sol' que no ha hecho más que ir de COP en COP –y van 25–, para acercarnos al cataclismo ambiental de neoliberalismo y el capitalismo salvaje, incapaz de impedir «una perturbación antrópica peligrosa» –Río 92– del clima de la Tierra a través de las COPs desde 1995, sin que los gobiernos redujeran sus emisiones, trampeando los mercados, la deslocalización, la contabilidad real..., y superando los índices de CO2 un 60% respecto a 1990 con una concentración atmosférica de CO2, que en 1990 era de 350 ppm [partes por millón], y hoy de 415, sin precedentes desde el Plioceno, hace 1,8 millones de años. Y con los océanos a un nivel superior al actual de 20-30 mts… ( y sin el retranqueamiento generalizado en nuevas infraestructuras y equipamientos, públicos o privados, o manteniendo usos y actividades ya consolidadas en áreas particularmente frágiles o expuestas a inundaciones y subidas del mar en torno a ríos, bahías, estuarios y bordes costeros).
Pero uno de los olvidos más relevantes ha sido el de la Educación Ambiental –el más eficaz para cambiar el sistema por su visión integral y de futuro–. El desarrollo de programas y currículums como asignaturas troncales desde Infantil y Primaria hasta Secundaria, Bachillerato y los estudios universitarios, científicos, técnicos, ingenieriles y humanísticos para analizar la dimensión y la trascendencia ambiental en sus contenidos y prácticas profesionales, o el papel de las nuevas tecnologías en la configuración de escenarios virtuales que ocultan las auténticas realidades y favorecen la creencia en falsos automatismos y comportamientos en las relaciones entre la especie humana y el medio ambiente. Y que, bien como disciplina independiente, bien impregnando transversalmente las disciplinas tradicionales, contribuiría a visiones interdisciplinares de interacciones y sinergias en todos los ámbitos, rompiendo la brecha entre Ciencias y Letras o entre las bases físico-naturales y las Humanidades, y con la revisión crítica de la ambigüedad de sus vocabularios y la manipulación semántica de determinados planteamientos o estrategias nada favorables e incluso incompatibles con el desarrollo sostenible. Empezando por este mismo concepto, pero siguiendo con otros como resiliencia, biodiversidad, evaluación ambiental, legislación y fiscalidad ecológicas, movimientos verdes....
Y, a la vez, poniendo en evidencia sus objetivos fundamentales: la prevención, las visiones a largo plazo, las sinfronteras ambientales... Situación que resulta inconcebible que haya dejado huérfano al sistema educativo en estos cuarenta últimos años –que en España han conocido nada menos que nueve reformas o nuevas Leyes Orgánicas donde, además, se ha marginado la obligatoriedad de centros escolares sostenibles y la arquitectura ecológica o bioclimática–, a pesar de iniciativas que han acabado siendo aisladas o coyunturales, que han carecido de continuidad, o que han convertido a la pretendida Educación Ambiental –llámese así, Ecología o Conservación del Patrimonio Natural– en pura terapia ocupacional, en talleres de entretenimiento, o en la anécdota aislada e intrascendente de una enseñanza ocasional que ha acabado olvidada aún con los antecedentes y experiencias que, por ejemplo en Cantabria, se realizaron entre finales de los 90 y principios del siglo. XXI en los IES Besaya de Torrelavega y Valle del Saja de Cabezón de la Sal.
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