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Cumplir las normas

No se trata de diferencia de origen geográfico, sino de destino. De pobreza y precariedad

Martes, 22 de septiembre 2020, 07:06

Nos encantaría, de verdad que nos encantaría, un mundo en el que cumpliendo las normas tuviésemos la garantía de que todo vaya a salir bien.

Escuchamos a diario declaraciones que así lo afirman «si cumplimos las normas de forma estricta, el curso se podrá ... desarrollar con normalidad». Si cumplimos con las restricciones de movilidad, si cumplimos con las limitaciones impuestas todo se podrá mantener. Nos encantaría, de verdad que nos encantaría, que todo fuera así de sencillo. Quienes nos dedicamos a la docencia estaríamos batiendo palmas si pudiésemos cumplir esas normas, si pudiésemos respetar las ratios, las distancias y la distribución de espacios. Pero, una vez más, las medidas parecen reflejar más lo punitivo que lo asistencial. En estos días, una gran parte de la población de la capital del estado va a ver sus movimientos y su cotidianeidad reducida como medida de contención pensada a posteriori. Es lógico que donde más población se concentre, donde más población vive en condiciones precarias, sea más sensible al contagio. Bien, si esto es una afirmación constatable ¿no hubiese sido lógico prestar a estas poblaciones de mayores servicios sanitarios y asistenciales de cara a esta situación? ¿no hubiese sido más lógico y humano prever que las aglomeraciones en medios de transporte colectivo serían vías de contagio asegurado y reforzar dichas líneas? ¿y dotar del número de personas encargadas del rastreo de un modo proporcional a la cantidad de población residente en las diferentes localidades? y ¿qué tal invertir en salud preventiva dotando de personal sanitario donde se preveía esta debacle? No, es mucho más fácil culpabilizar a las víctimas, hablar de sus modos de vida 'extranjeros', de sus costumbres insalubres que reconocer que se trata de una cuestión de diferencias económicas basadas en la injusticia de la desigualdad social. No se trata de diferencia de origen geográfico, sino de destino. De pobreza y precariedad. Por supuesto que la enfermedad se encuentra desigualmente distribuida en la capital; que los porcentajes hacen saltar las estadísticas con datos superiores a los mil casos por cien mil habitantes en el sur de la ciudad. Pero, es vergonzoso pensar que el inicio del problema radica ahí, cuando lo que se viven son las consecuencias del abandono por parte de la administración a las zonas más desfavorecidas y más pobladas de Madrid. A toda esta población le encantaría que las normas se cumpliesen, que las pruebas diagnósticas llegaran sin demora a sus hogares y que la atención primaria no estuviese colapsada. Les encantaría poder quedarse a cuidar a sus criaturas y que las medidas no llegaran como castigo de vida sino con previsión y atención por sus cuidados.

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