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Nuestra vida, dinámica, itinerante y cambiante, expuesta a múltiples acontecimientos ordinarios y extraordinarios, necesita para su estabilidad de referentes estables que la fijen, en el deseo de alcanzar el mayor grado de serenidad, reposo y sosiego, base de nuestra estabilidad o equilibrio.
Entre los referentes ... externos más significativos, comunes a la totalidad de los individuos, destacamos la familia en la que nacemos, nos desarrollamos y crecemos, amigos y demás convivientes, cultura y hábitos propios de cada ambiente o territorio, junto a la naturaleza que nos envuelve y cobija, e incluso nos estigmatiza a través de las diferentes fórmulas de vida que imprime a sus ciudadanos.
Otros referentes son aquellos que anidan o se suscitan dentro de nosotros, destacando como más significativo la curiosidad, como deseo de saber, o conocer y escrutar cuantas cosas, hechos o circunstancias estimulan nuestros sentidos. Dentro de nuestro recorrido vital, de nuestros continuos movimientos, instintivamente vamos descubriendo, observando y conociendo, múltiples acontecimientos que en su conjunto irán dando forma a nuestro estar, alimentándole y saciando su necesidad de información o sabiduría.
Se trata de la curiosidad, o deseo de saber y conocer más, y que puede estar relacionada con los estímulos sensoriales percibidos del exterior, o estar conectada con nuestros vacíos conceptuales; o nuestra necesidad de saber, que es la curiosidad epistémica. Es como un impulso natural, como la sed o el hambre que compartimos con otras especies, y que tenemos que satisfacer. Es innata en los niños, a la vez que es el motor esencial del aprendizaje. De tal forma que un niño, cuando habla, trasforma en múltiples preguntas la percepción de los estímulos tanto internos como externos, permitiéndole la adquisición de conocimientos, algo que va perdiendo intensidad y riqueza, con el transcurso del tiempo.
Se sabe, por la Universidad de Michigan, que los niños que disfrutan de una curiosidad elevada demuestran más habilidades para las matemáticas; por otra parte, la Universidad de California ha demostrado que la curiosidad activa un área cerebral concreta, relacionada con la recompensa y el placer en momentos de alta curiosidad. También se observó actividad en el hipocampo relacionada con el almacenamiento de la información. Finalmente, en ese mismo estudio se observó que, al pasarles unas preguntas a los niños, al día siguiente recordaban aquellas preguntas que despertaron su curiosidad. Esto corrobora que, cuando conseguimos resolver problemas o realizar satisfactoriamente retos a nivel cognitivo, se libera dopamina como recompensa, algo que no ocurre si las preguntas son fáciles y no requieren esfuerzo intelectual.
Se recomienda, por ello, despertar la curiosidad en el aula mediante la utilización de colores, sonidos, interrogantes, propuesta de soluciones... circunstancias en las que se observa actividad cerebral con la siguiente peculiaridad: si la propuesta es factible, pero la solución es compleja, provoca liberación de dopamina, o neurotransmisor del placer, sin embargo, si la propuesta es fácil o se facilita, no se observa liberación y el concepto se fijará peor y se recordará peor.
De acuerdo con el profesor Glasser, nuestro aprendizaje se va a ir facilitando con el 70% de lo que discutimos con otras personas, con el 30% de lo que vemos y el 20% de lo que oímos, el 10% de lo que leemos y el 80% de lo que probamos. En estas situaciones, la curiosidad activa el sistema de recompensa y este activa el hipocampo, posicionando al cerebro en un estado en el que tiene más posibilidades de aprender y de retener la información. Parece que la motivación activa la memoria, de aquí que se tienda en el aula a mantener el interés.
Se puede afirmar que todos somos curiosos, y que la curiosidad proporciona grandes ventajas, y dependiendo del tipo de curiosidad estaremos mejor o peor preparados para resolver conflictos. En una investigación realizada en China, Alemania y EE UU, sobre 3.000 trabajadores, el 84% reconoció que la curiosidad les permitía generar nuevas ideas, al 64% les ayudaba a mejorar laboralmente y, dependiendo del tipo de curiosidad, podemos ser más alegres, resolver mejor los problemas o ser más empáticos.
La niñez es la etapa en la que la curiosidad es mayor, en la que se busca más información, y en la que ésta se retiene con mayor facilidad. Por ello se aprende con más rapidez, picotea en todos los lugares, observa en todas las direcciones y, en lugar de la utilización de la repetición como método para la memorización, utilicemos la curiosidad, siempre insaciable, apoyada en la emoción que proporciona, además de la atención que la curiosidad siempre suscita. «Mantened el rumbo sin importar cuán sinuoso pueda ser el camino por delante». Katalin Karicó, madre de la vacuna ARNm.
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