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Oprah es irresistible. A uno se le van los ojos persiguiendo sus andares. Caer rendido ante su belleza no puede ser una debilidad, porque es como contemplar una obra de arte. Qué perfección, qué porte, qué elegancia... Imagínense cómo se pone cuando sale de la ... peluquería. Me derrito cuando me mira, con esos ojos cálidos que no se apartan de los míos, como esperando a que le diga algo. Y sólo me salen palabras para piropearla: guapa, reguapa... qué digo, ¡requeteguapa! Me entran unas ganas locas de achucharla, pero me retengo para no despeinarla.

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eldiariomontanes La dama y el vagabundo