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Santander es una ciudad turística pionera en Europa desde finales del siglo XIX, con un origen muy ligado a los veraneos de la realeza y la aristocracia. El desarrollo urbanístico y de las infraestructuras hoteleras de los años 60 democratizó el uso turístico, siempre basado ... en la enorme belleza de nuestra línea de costa; la gastronomía, nuestra cultura marinera y un ambiente relajado: nuestro clima templado ahora en proceso de cambio.
Un informe de la Unión Europea publicado en El Diario Montañés el pasado 28 de agosto señala una proyección del turismo y nos adjudica un incremento de pernoctaciones durante este siglo que será entre notable y sobresaliente, de hasta un 7,2% en función de si el escenario de calentamiento es mayor (+4ºC) o menor (+1.5ºC). En cualquiera de los casos, ya es una evidencia que el norte de España crece en turismo estival como refugio climático de las sucesivas olas de calor que se registran al sur de la Cordillera Cantábrica.
Oportunidades, pero también riesgos que conviene estudiar y anticipar. No podemos olvidar que es en un contexto catastrófico que tendrá afecciones, desde el incremento de episodios extremos de calor o lluvias torrenciales –según el panel de expertos contra el cambio climático– hasta una subida de presión demográfica y de migraciones.
Según el Instituto Nacional de Estadística (INE) Santander recibió 105.010 turistas el pasado mes de julio, el mejor dato desde antes de la pandemia, en una mejoría constante asentada sobre todo en el turismo nacional (90.671).
Lo innegable en los últimos veranos son las sensaciones: las colas en el supermercado, las enormes dificultades de aparcamiento, la falta de espacio en las playas o la necesidad de reservar para salir a cenar. Y qué decir de la expansión de las terrazas en detrimento del espacio público y de la calidad ambiental en cuanto a ruidos.
La masificación del turismo supone retos que el Ayuntamiento de Santander no ha empezado a medir ni a corregir. Hay que atender a una población flotante que alguna duplica o triplica a la residencial; hay que garantizar el abastecimiento de agua, la energía o una recogida de basuras y limpieza urbana que nos viene dejando en mal lugar ante los visitantes en los últimos tiempos. No olvidemos que la basura es el indicador que más ha empeorado en Santander (88 puntos) y que nos ha convertido en la segunda ciudad turística española que más atractivo ha perdido desde 2016 –el periodo de Alcaldía de Gema Igual–, lastrada por los problemas de movilidad, accesibilidad, ausencia de estrategia –el Plan de Actuaciones Turísticas municipal se quedó en un folleto y el Plan de Sostenibilidad Turística no es más que un sumatorio de obras con financiación europea– y nulo desarrollo como destino inteligente.
Es urgente abordar las relaciones entre viviendas vacías o destinadas a un alquiler turístico y la escasez de vivienda a precios asequibles para los santanderinos. Según datos actualizados del INE, de 93.000 viviendas totales que hay en Santander, 7.705 están vacías y 10.802 tienen un uso esporádico. Un 20% del total de la vivienda está fuera del alcance de los santanderinos para alquiler residencial todo el año. Y se comercializan tan pocas (menos de 400) que los precios cada vez son más inasequibles. Así hemos perdido 23.000 habitantes desde 1991, población joven y con talento que se marcha; envejecimiento demográfico y pérdida de dinamismo económico.
Ya hemos visto que el alquiler turístico sumergido es una amenaza para el sector hotelero, pero lo es también para la convivencia. No es solo un problema de negocio; es un problema social. Antes eran segundas residencias: veraneantes a los que poníamos cara y nombre; ahora son desconocidos cada tres días. Inestabilidad para la vida de barrio y para el comercio de proximidad ¿Quién es tu cliente? ¿qué demanda? Santander fue la segunda ciudad donde más creció el alquiler turístico (al nivel de Ibiza o Bilbao), una revelación para la alcaldesa de Santander, que no ha escuchado las advertencias previas ni tiene un plan que sí tienen las vecinas Bilbao o San Sebastián, o previamente Barcelona o Palma de Mallorca.
Este problema no se arreglará solo, ni mucho menos cediendo a la tentación neoliberal de agotar el suelo urbano con una construcción expansiva de viviendas. Más problemas de movilidad en la ciudad y de servicios en la periferia. Y nueva vivienda… ¿para quién? ¿para fijar población de santanderinos o para hacer negocio con más turistas efímeros? Se trata de no matar a la gallina de los huevos de oro y hay riesgos importantes para la calidad de vida de los santanderinos en un futuro tan cercano que podría ser el presente.
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