Darwinismo social
Veo dos posibilidades: que triunfe la línea inaugurada por Joe Biden de restaurar el estado intervencionista o que vuelva el modelo neoliberal vigente desde 1980
Javier Vega Viota
Lunes, 24 de mayo 2021, 08:56
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Javier Vega Viota
Lunes, 24 de mayo 2021, 08:56
El darwinismo –como todos los ismos– es una simplificación del trabajo teórico que da origen a su nombre, una reducción del mismo a su mínimo ... común múltiplo. El llamado 'darwinismo social' puede resumirse en un simple slogan: «la supervivencia de los fuertes y la supremacía de los más fuertes». A veces se sustituye el adjetivo fuertes por capaces pero a mí me huele a políticamente correcto, como meritocracia. Un país tras otro están convergiendo en el recurso al mismo como fácil salida a la crisis del covid-19. La composición de la crisis de la democracia liberal con la pandemia ha acelerado este proceso de cambio.
Ahora quien más quien menos, todos los gobiernos occidentales, ya sean nacionales o regionales, se aprestan a aplicar el darwinismo con la mano derecha y a componer el tejido social con la izquierda. Y así va a ser hasta que la devastación que está dejando el covid-19 a su paso sea recompuesta. El darwinismo dice: «que perezcan quienes no puedan resistir para que los demás podamos sobrevivir, sin malgastar recursos en personas que van a morir de todos modos en el corto plazo». La conciencia social dice: «si el número de personas que se sienten desprotegidas alcanza la masa crítica va a volverse contra el orden establecido, en cuyo momento todo el sistema está en riesgo de sufrir un cambio de régimen». Obsérvese que esta ya era la situación anterior a la pandemia, lo único que el covid-19 ha hecho es ponerlo en evidencia de la forma más dramática. El resurgir del populismo es la prueba fehaciente. El darwinismo social lleva operando de forma progresiva quizá los últimos 40 años, hasta que los desheredados de la tierra han alcanzado la masa crítica.
Primero fue Trump (inspirado por el padre del 'Brexit' Nigel Farage), a continuación Boris Johnson (empujado fon Farage), los siguieron otros y ahora le toca la vez a Ayuso. Todos ellos han desplazado sus respectivos partidos del centro-derecha a la derecha dura. En el caso de España, el populismo anidó en la izquierda antes que en la derecha, pero Ayuso se ha puesto a la par. El populismo se caracteriza por la cínica utilización de medidas políticas populares con el principal fin de conquistar el poder sine die: «que todo cambie para que todo siga igual».
El capitalismo está en su mejor momento cuando innova –cambia, descubre, explora, inventa, origina, reforma– y en su peor cuando se limita a proteger los intereses creados. Cuando predomina esto último es señal inequívoca de decadencia, ha puesto a los más fuertes a la defensiva. Tradicionalmente los que estaban a la defensiva eran los sindicatos, instituciones predominantemente proteccionistas, pero aunque ganaron muchas batallas –el Estado asistencial– terminaron perdiendo la guerra de la lucha de clases. La situación actual ha cambiado las tornas, se ha pasado de proteger a los trabajadores a proteger a las elites. Un proteccionismo que no se manifiesta a la luz del día sino convirtiendo a los centros de poder en un club privado de admisión cada vez más restringida: escuelas de élite; instituciones financieras al servicio de los más ricos; monopolios… Han visto peligrar sus privilegios, han recibido la seria amenaza de pagar los platos rotos de la última crisis con impuestos a las grandes corporaciones y fortunas, ello les ha obligado a saltar al ruedo: «dejen de dar prioridad a los más débiles y comiencen a aplicar el darwinismo social». Dada la arrolladora desigualdad económica, el cambio climático y la pandemia, actuando al unísono, la distinción entre reforma social y recuperación económica (tan necesaria en circunstancias normales) resulta irrelevante a la hora de superar la crucial coyuntura en que nos encontramos. Hay que hacer las dos cosas a la vez. Esto es lo que se ha hecho evidente a derecha e izquierda y lo que hace atractivo el populismo. La doble apuesta «apoyo a las pymes y oposición al confinamiento», fórmula ganadora de Ayuso, sigue esta línea. Pero, como señalaba hace algunas semanas ('Titanic Republicano' El Diario Montañés del 3 de abril) y tras conocerse el resultado de las elecciones ('Responsabilidad o Compasión', El Diario Montañés del 10 de mayo), no tiene por qué serlo para el PP en el resto de España y a medio-largo plazo.
Visto lo visto veo dos posibilidades. Que triunfe la línea inaugurada por Joe Biden de restaurar el estado intervencionista y, superada la pandemia, aprovechar para darle continuidad a esa línea, el modelo de Roosevelt vigente hasta 1980. O bien, que vuelva a imponerse el modelo neoliberal que ha estado vigente desde 1980. Aunque nada me gustaría menos, hay una tercera posibilidad: el triunfo del populismo y el cambio de régimen a una democracia 'iliberal'; un sistema autoritario que guardaría grandes similitudes con Hungría y Polonia, por hablar de lo que nos toca. Si el trumpismo volviera al poder en EE UU yo iría poniendo las barbas a remojar
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