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En estos tiempos frenéticos no es común que nos pregunten siempre cómo estamos. Pero, al producirse, bien es fácil responder si es un conocido/a, pues decimos «bien o fenomenal» para evitar conversaciones incómodas o no sabemos si decir la verdad para esconder nuestras emociones ... y debilidades. El peso de la indiferencia social de no preocuparse por los semejantes porque tampoco se preocupan de uno («todos van a lo suyo, excepto yo que voy a lo mío») pesa en el ideario colectivo alejado del bien común y confianza mutua.
En otras ocasiones, ese ¿cómo estamos? es difícil de contestar si quién lo pregunta es cercano y podemos sincerarnos. Y es que, a pesar de la digitalización y vida 'parcelada' que llevamos, somos seres sociales donde la comunicación es clave en nuestras relaciones interpersonales. Responder con esa 'brutal sinceridad' reforzaría nuestros lazos con quienes queremos rodearnos o 'personas vitamina' como les bautizó la doctora Marian Rojas. Más allá de las auto bajas que como 'globo sonda' se proponían hace semanas como medida de choque ante el aumento de un absentismo (36,5% de trabajadores estuvo de baja en los nueve primeros meses de 2023) mayor que en todo el último año pre covid, pensemos en sus causas: envejecimiento de la población, aumento de las listas de espera, el 'tener que parar' ante la precariedad (correlacionado con bajas largas o permisos por derechos (hijos, cuidados, etc.).
Esto no ha de hacernos olvidar dos 'elefantes en la habitación'. Uno, nuestros jóvenes que ante la frustración de un mercado laboral que no siempre premia la meritocracia han reaprendido tras la pandemia que el trabajo no es todo y valoran más su tiempo personal. Dos, que no es seguro que tras ese alto absentismo esté latente un problema de escasos salarios e incentivos, lo que plantea el dilema de si está causado por la baja productividad según Eurostat o es ese problema de productividad el causante de nuestra atonía laboral.
Si fuera lo segundo ni siquiera reducir la jornada laboral a cuatro días lo resolvería, pues Pymes y autónomos lo tendrían complicado dado su 'presencialismo'. Tendría sentido como transición seguir con jornadas de cinco días pero con menos horas o plantearse un contrato social basado en confiar más en los demás. Toda una cuestión de fe en la 'comunidad' frente al estado de escasez y egoísmo actual, como dice Naomi Klein en su obra 'Doppelganger'. Iremos viendo.
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