Un octubre estoico

La verdad económica incómoda en la que vivimos, sin ánimo de ser exhaustivo ni repartir culpas a unos y a otros, puede sintetizarse en que llevamos ya un tiempo en que los 'ajustes' respecto a otros lugares del globo se traducen en que nuestra capacidad de renta ha menguado (reduflación aparte) y eso sin tener en cuenta que una vez pase 2026 se acabará gran parte del maná de los fondos europeos que recibimos. Cierto es que podemos metafóricamente ver la botella de 'oro líquido' o de aceite bien medio llena bien medio vacía. Pero el problema real para muchas clases medias y bajas (las altas ya se apañan de otro modo) no viene sólo por las subidas ahora del 2% (pues en 2025 se aplicará un tipo del 4%) que sitúan el litro de aceite de oliva virgen extra en algo más de 9,3 euros en algunos supermercados, sino que el precio del aceite lleva incrementándose en más del 21% en estos últimos meses. Y subidas crónicas de precios no se explican sólo por la subida del IVA sino que vienen de lejos. Además, el aceite en lineales fue comprado a precios altos, no siendo de esperar bajadas significativas hasta fin de existencias dado que 'el nuevo aceite' comenzará a llegar al mercado y distribuirse en enero que es cuando subirá de nuevo el IVA.

Esto reducirá el dinero disponible en al menos ochenta euros anuales según una 'elasticidad tipo' para una familia media de renta de treinta y tres mil euros, y para todos los consumidores al ser productos básicos de compra rutinaria. ¿Quién es el responsable (o culpable) si es que los consumidores somos 'estoicos': el ejecutivo, intermediarios, grandes superficies? o ¿si hacía falta recaudar por qué no mitigar la pérdida fiscal con tributos a l@s 'potentad@s'? Buenas preguntas.