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Decía aquella canción de Juan Luis Guerra de hace años que «el costo de la vida sube otra vez y… a nadie le importa qué piensa usted». Hemos conocido por El Diario Montañés que el gasto en los hogares de Cantabria aumentó tres veces más ( ... 12%) que la media nacional (3,8%). Así, en vivienda el pago de hipotecas y alquileres y recibos de suministros (agua, gas y electricidad) se llevan la tercera parte del presupuesto familiar. Además, la alimentación es el segundo gran capítulo de gasto, habiendo en Cantabria subido un 14%. Las paradojas están ahí. Una es esa y es que, en pleno boom turístico, para algunos somos la 'Ibiza del Norte' mientras que para otros, dado lo difícil que parece todo, parecemos la 'Badajoz del Norte'. Otra paradoja es que vemos terrazas llenas y nadie en casa si bien otro tema es cómo come o vive cada cual. Y una tercera paradoja es que según la configuración de índice de precios, aumentos del salario medio de un área (en casos urbanos existe ya evidencia empírica suficiente) se asocian a costes de la vida mayores. Démonos cuenta ahí que el vínculo es bidireccional. Por un lado, mayores salarios nominales suponen mayores precios, porque presionan al alza el coste de vivienda y servicios locales. Por otro, mayor IPC da lugar a mayores salarios para compensar ese coste de la vida más alto. Sinceramente, de estas tres paradojas creo que ni lo uno ni lo otro, pues como siempre la virtud está en el centro.
En concreto, la inflación sigue más que al alza con los servicios en subida y la actual temporada turística es otro factor que lo explica. Caso particular es la gran subida de precios en el último año concentrada en algo tan común como el aceite de oliva (donde los precios fueron en junio un 54% más altos que en el mismo mes del año pasado). De ahí que no haya extrañado a casi nadie que el Gobierno de España decidiese en junio aprobar un nuevo paquete anticrisis con la eliminación del IVA para dicho aceite hasta octubre y el mantenimiento del IVA cero para leche, pan, huevos o fruta. Aquí además precisamente tenemos una cuarta paradoja: el consumo de aceite de girasol ha subido ya un 40% en nuestros hogares y la previsión es que eso persista, puesto que los precios del aceite de oliva no empezarán a bajar hasta la nueva cosecha, y para eso quedan aún meses. Caso aparte es algo que nos debería preocupar desde una perspectiva de políticas pública y son aquellas familias vulnerables que siguen afrontando dificultades económicas y que, si hace meses consumían aceite de oliva y girasol, ahora muchos de ellos se han pasado en exclusiva al de girasol, no por un cambio de preferencias sino sólo por el hecho de ser más barato, como puede pasar en algunos casos en la restauración.
Dicho todo esto, y dado que la realidad es el único anclaje posible, tenemos una situación de 'greedflation'. Como 'greed' significa avaricia, esto implica que cuando de repente nos toca desembolsar más por productos o servicios intentamos, si podemos, trasladar el sobrecoste a otros y así hasta el infinito. Pero es que la inflación no afecta a todos los cántabros por igual. Todos tenemos necesidades básicas mínimas y de ahí que el peso en alimentación, vivienda, energía y cuidados básicos sea mayor en el presupuesto de casas con inferiores ingresos.
¿Cómo compensar esto aunque sea al menos parcialmente? Pues básicamente con ahorros, el que pueda aumentando ingresos o simplemente cambiando hábitos de consumo para así no acelerar todavía más esta bola de nieve inflacionista. Por ejemplo, haciendo compras pero no continuas ni de modo espontáneo e impulsivo, o simplemente comprando alimentos de temporada o almacenando comestibles: aquí el hecho simple de conservar botellas de aceite de oliva dada su subida de precios continua es un buen ejemplo de ello.
Casi nada es ya casualidad y la actual espiral de precios al alza, tampoco. Unos ganan y otros pierden, o como decía aquella canción «lo siento mucho, la vida es así, no la he inventado yo»; a lo que habría que añadir que es mejor estar preparados.
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