Para lo que nos queda en el convento

Los monasterios, conventos y otros sagrados edificios españoles, como este de Derio que fue fundado en 1366, de cuando don Juan Manuel y el Canciller Ayala escribían sus obras maestras entre batalla y batalla, se han lanzado a una campaña de simpatía y relaciones públicas que no les está ganando muchos adeptos, entre otras cosas por el portavoz antipapista, al que le faltan muchas tablas comunicacionales y cuando habla sube el precio del pan –o de los dulces de las monjas–. Los españoles siempre habíamos pensado que este era un país de pía y quieta religiosidad, y esto no lo poníamos nunca en cuestión. Pero he aquí que una comunidad de hermanas se amotina por un quítame allá ese millón y medio de inversión en obras y ñapas, y sale ahora explicando su razón de ser a lo moderno y salvaje, ya muy cercano el TikTok. La espiritualidad, hermanos, va camino de convertirse en una inversión que no quiere pagar derechos al Fisco ni rendirle cuentas a su santidad. Nos fascina esta historia porque atisbamos aún los resquicios de una épica y una mítica muy ausentes en la ya atea y desacralizada España.