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En 1930 John Maynard Keynes predijo que para 2030 la mayoría de las personas necesitaría trabajar sólo quince horas a la semana para satisfacer sus necesidades tanto económicas como emocionales. Si no se produce una transformación radical durante los próximos cinco años parece que, en ... esta ocasión, el gran economista no supo prever el futuro con su acostumbrada claridad. Sin embargo, las vacaciones de verano, alejadas de la rutina diaria del trabajo, suelen dar algunos momentos para reflexionar sobre el equilibrio entre la vida laboral y la vida personal.
Las observaciones de Keynes plantean las preguntas claves en todas nuestras vidas: ¿cuánto tiempo queremos dedicar a trabajar para ganar dinero y cuánto tiempo queremos pasar con los amigos, la familia o simplemente haciendo nuestras cosas? La respuesta a estas cuestiones ha cambiado con el tiempo y en diferentes países. Se estima que en 1870 el trabajador medio de las economías industrializadas dedicaba unas 3.000 horas al año al trabajo. Afortunadamente, para la mayoría de nosotros que trabajamos en el mundo occidental, en la actualidad sólo pasamos la mitad de ese tiempo trabajando, aunque una cifra más precisa también puede depender del país donde trabaja cada uno.
En general, por ejemplo, un trabajador en Estados Unidos puede esperar trabajar más tiempo que su homólogo en Europa. Según los últimos datos, en promedio, un estadounidense dedicará unas 1.800 horas al año a trabajar, frente a las 1.500 horas al año acumuladas por el europeo medio. Esta diferencia surge porque, en general, los trabajadores en EE UU cogen menos vacaciones y tienen niveles de productividad más altos con la consecuencia de que pueden ganar más que sus pares en muchos de los países del Viejo Continente. La mayoría de los europeos, por otra parte, están dispuestos a coger vacaciones más largas y ganar menos dinero que los estadounidenses. Hay una pizca de verdad en el viejo dicho de que 'el tiempo es oro'. En general, los europeos parecen dispuestos a intercambiar la posibilidad de tener mayores ingresos por más tiempo libre en lo que economistas tachan como el coste de oportunidad.
Los últimos datos sugieren también que esta distancia entre las dos economías de Europa y EE UU está aumentando en lugar de disminuir. Según un informe reciente del Fondo Monetario Internacional (FMI), muchos europeos han tomado la decisión muy deliberada de que quieren trabajar menos. El descenso de las horas trabajadas que se aceleró durante la epidemia de covid-19 ahora no es cíclico, sino que ha provocado un cambio estructural. En concreto, dos grupos quieren reducir el tiempo que pasan en el trabajo. Los hombres con hijos ahora quieren pasar más tiempo en casa para cuidar de su familia. Y los jóvenes no quieren la jornada laboral de sus padres.
Los datos de España indican que se ha producido un marcado descenso de las horas de trabajo al día desde 1970 y que la mayoría de los jóvenes de la generación X quieren reducir aún más el tiempo en el trabajo. Como concluye el informe del FMI, «parece poco probable que se revierta la tendencia a la caída de las horas medias trabajadas». Si los jóvenes, al parecer, quieren trabajar menos horas, muchas personas mayores esperan con ilusión el día en que puedan dejar de trabajar y jubilarse por completo. El señor Keynes murió en 1947 con 62 años, no mucho menos que la esperanza de vida media de su época. Pero desde entonces, la esperanza de vida ha aumentado de forma espectacular y la media en España ronda ya los ochenta años, una cifra que, según todas las previsiones, seguirá aumentando en las próximas décadas.
Evidentemente, se trata de una noticia muy buena. Pero, a la vez, supondrá un nuevo reto para lo que los economistas llaman ratio de dependencia, es decir, proporción de personas que dependen económicamente de la población activa o en edad de trabajar. Mientras aumenta el número de personas que viven más años después de los 65, se está produciendo un descenso de la tasa de natalidad en España, que es ya una de las más bajas de Europa. Con el tiempo esto supone, lógicamente, que habrá menos trabajadores y más jubilados. Según los últimos datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) la ratio de dependencia en España será la más alta de Europa en 2050.
Hay soluciones a la vista que pueden suavizar la transición a una población más envejecida. La inteligencia artificial (IA) puede transformar la capacidad de la economía para producir más con menos esfuerzo. La tecnología ha sido el motor de las economías más importantes en la historia de la humanidad y la IA no es una excepción. El flujo migratorio ha sido otra constante en la historia y ahora puede ayudar a proporcionar a los países de Europa trabajadores más jóvenes. Será el gran desafío de nuestros tiempos para manejar estos cambios económicos sin turbulencias sociales.
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