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Aunque José Luis Ábalos no está pasando por su mejor etapa en la política, sí tiene suerte en un aspecto muy importante: sin circunscripción propia, el diputado no tiene ninguna presión para explicarse antes de los interrogatorios de un grupo de votantes en concreto. Las ... relaciones con sus antiguos compañeros socialistas están, sin duda, muy tocadas ya que se ha pasado al grupo mixto en el Congreso. Sin embargo, su relación cotidiana con los votantes del PSOE, que le han puesto en la legislatura, no se ve afectada en absoluto porque este vínculo simplemente no existe. Como toda la clase política Ábalos, está blindado por un sistema electoral que otorga un inmenso poder a la maquinaria de los partidos a costa de los electores.
En otros sistemas electorales, como en Irlanda, Reino Unido y Estados Unidos, los diputados tienen una relación mucho más estrecha con los votantes. Cada uno representa un escaño y lo normal es que regresen de sus funciones legislativas de la semana para reunirse con los electores de su distrito cada fin de semana. Los diarios y memorias de los diputados británicos están repletos de historietas sobre los placeres y dolores de tal sistema. Para empezar, cada diputado intenta establecer una relación personal con los electores de su distrito y, como demuestra una anécdota, las preocupaciones de los electores no siempre coinciden con la agenda de la casta política.
Hace algunos años, en unas elecciones generales, la entonces diputada laborista Lena Jeger tuvo que volver a presentarse en su escaño en el centro de Londres. Como es costumbre, Jeger se fue de puerta en puerta pidiendo el voto de cada cabeza de familia. Es un método de hacer campaña exigente y al final de un día, muy cansado, Jeger llamó a la puerta de un piso más. Le abrió la puerta la dueña de la casa evidentemente muy atareada y Jeger comenzó con su mensaje electoral sobre la creciente tensión internacional entre la URSS y la OTAN y la necesidad apremiante de evitar un conflicto nuclear. La mujer miró a la candidata y le dijo: «Muy bien, pero tenemos un vecino que hace pis en el ascensor. ¿Qué vas a hacer para detenerlo?». Algo perpleja, Jeger volvió a empezar con su mensaje electoral sobre la necesidad de evitar los terrores de una guerra nuclear, pero la mujer la cortó y repitió: «Vale, pero ¿qué vas a hacer con el vecino que se mea en el ascensor?». Ahora un poco irritado Jeger respondió que, con toda probabilidad, nadie podría hacer mucho para que un vecino deje de ensuciar el ascensor, a lo que la mujer le respondió: «Mire, si usted no es capaz de evitar que un vecino orine en un ascensor, ¿cómo demonios va a prevenir un guerra nuclear?».
A continuación, y entre elecciones, los electores esperan que sus representantes den la cara en el distrito electoral los fines de semana. Por costumbre, cada diputado, hasta el primer ministro, mantendrá consultas de puertas abiertas para que cualquier elector de su distrito pueda trasladarles sus problemas o inquietudes. Es una costumbre casi sagrada y el diputado que no lo hace corre riesgo de no ser reelegido. Lejos de estar protegidos los diputados, están muy expuestos y los electores piden a sus diputados que les ayuden a resolver inconvenientes de todo color.
Los problemas con la burocracia del Estado son los más frecuentes. Por ejemplo, padres que buscan ayuda para encontrar un lugar de escolarización más cerca de su casa para su hijo discapacitado o en una residencia para un familiar anciano. A menudo una carta del diputado es suficiente, pero otros casos, como un error judicial o enredos con la burocracia internacional, pueden ser mucho más complicados y, a veces, fascinantes.
Un exministro de Asuntos Exteriores conservador recordó que, durante las pausas de las reuniones internacionales, sus homólogos le pedían las últimas anécdotas divertidas de sus consultas. Y para muchos diputados rasos esta relación estrecha con su electorado es la parte más importante y enriquecedora de su trabajo en la legislatura.
El sistema electoral español de listas cerradas ha servido bien en la transición de la dictadura a la democracia. Pero un sistema así también ha protegido a los parlamentarios del escrutinio individual y constante por parte del electorado. Mientras la clase política parece atrapada en el bucle del debate sobre la composición de España y sus regiones, la mayoría de la gente habla de otras cosas. Fuera de la burbuja política son mucho más frecuentes las conversaciones sobre el coste de la vida, el precio de los alquileres y de la vivienda o la lista de espera para consultar a un médico. Ahora ha llegado el momento de alinear mejor las conversaciones de los vecinos con los debates de los políticos y para conseguirlo una reforma electoral de las listas cerradas sería un buen paso adelante.
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