Adictos a la política

Sin embargo, últimamente no parece que nos movamos con esta lógica. La política nacional trata muy poco estos temas. Se mueven en un mundo de enfrentamiento con declaraciones gruesas y demagogia que apelan a sentimientos viscerales. Esta degradación exacerba nuestro fanatismo. Así que buscas los medios de comunicación poco serios que alienten tu fanatismo, los que te pasen mierda de la buena, los que te digan que eres inteligente por pensar así, que estás en el lado correcto de la historia, y que los otros son calaña de la peor. Y te conviertes en adicto. Quieres más información, real o fabricada, que te confirme lo que ya sabes; quieres más noticias, más vídeos, más memes, lo que sea. Y tus problemas cotidianos pasan a un segundo plano cuando votas. Solo quieres tu chute diario. Lo que de verdad te hace sentir fuerte y poderoso, y encuentra culpables y soluciones fáciles para tus problemas. Vives en un estado de indignación constante por estupideces.

Pero un día lo apagas todo y abres un libro. Y lees. Sin ruido. Sin furia. Y te desenganchas. Y vuelves a ser independiente para pensar con libertad.