Camaleones

Uno de mis cuentos preferidos es 'El camaleón' de Chéjov. En un mercado, un perro muerde a un hombre en un dedo. Se forma un pequeño alboroto y aparece un inspector de policía. El policía se enfurece y amenaza con multar al propietario del perro ... por dejarlo suelto, y con sacrificar al animal, así que pregunta por el dueño. Uno afirma que su dueño es un general del ejército. El policía entonces se acalora, se pregunta cómo un perro tan pequeño ha podido morder a nadie, culpa al hombre por meterle el dedo en la boca al pobre perro. Otro dice que el general nunca tuvo perros como ese: no es del general. El policía ahora dice que el general jamás tendría perros como ese, sin raza, pero duda, así que insiste en culpar al del mordisco. Aparece el cocinero del general: el perro no es del general. El policía supo desde el principio que era un perro vagabundo: hay que matarlo. Otro reconoce al perro: no es del general, pero sí de su hermano. El policía siente escalofríos, el perro es simpático, anda por ahí jugueteando y no hace daño a nadie.Como en ese cuento, es gracioso observar a esas personas militantes de algún partido o alineados claramente con un bloque ideológico comentar la actualidad. El cabreo que muestran con los escándalos de sus rivales políticos, pero la digestión pesada y muda que padecen al conocer las miserias de sus propios partidos o líderes, que sufren en silencio. Son camaleones. Se levantan todos los días preparados para metamorfosear su indignación o su silencio dependiendo de donde provenga, y eso tiene que doler. Uno puede tener sus ideas o afinidades, pero si decides comulgar con ruedas de molino te conviertes en un farsante. Y tus opiniones en un chiste.