Incompetentes al mando

Sin embargo, estos filtros que la vida nos pone a todos no parecen operar en política. Tenemos el ejemplo de Carlos Mazón. Su gestión de la DANA fue lamentable. También lo fueron las excusas de su propia ineptitud: con titubeos, hoy digo una cosa y mañana la contraria, acuso a otros pero con la boca pequeña y sin convencimiento. Y todo ello porque no parece ser consciente de su propia incapacidad. Por no hablar de la negligencia perversa de Pedro Sánchez, que, con un malévolo sentido táctico, no declaró el estado de alarma y dejó que el lerdo pilotara el transbordador espacial con las consecuencias dramáticas que todos conocemos.

Puede que en política haya personas competentes, preparadas y comprometidas; pero esta gente suele cuestionar los procedimientos y exigir responsabilidades, suele ser concienzuda y tocapelotas. Y claro, eso no mola. Así que acabamos aupando al del ego desmedido. Porque es incompetente, pero cumple el efecto Dunning-Kruger. Y se sobrevalora. Y nunca recula ni hace autocrítica: culpa a otros de sus cagadas y hasta se lo cree. Y siempre traga con la disciplina de partido. Hasta que llega la crisis y todos acabamos pagando el pato.