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Alos enfermos de ELA nuestra enfermedad nos ha robado la movilidad, la respiración, la capacidad de ingerir líquidos y por tanto de emborracharnos como Dios manda, y hasta el habla para largar a gusto. ¿Qué nos queda entonces? Pues la sonrisa y la mala hostia.
Y hoy toca lo segundo. Los enfermos de ELA se mueren abandonados por las instituciones, porque esta enfermedad te quita todo, y cuando no puedes respirar por ti mismo, necesitas atención todo el día y no todos pueden pagarla. Así que, si vives en familia con lo justo, o solo en un piso sin ascensor, o vives con otro familiar discapacitado, te queda la salida de la eutanasia, así solucionas el problema a todos de forma rápida y legal.
Este Gobierno «progresista» que ha perpetrado las mayores tropelías, con indultos y leyes de amnistía aprobadas a la carrera para asegurarse la poltrona, con corruptelas o corrupciones por doquier, paralizó la ley ELA la anterior legislatura 47 veces y va por el mismo camino en esta. Un Gobierno que ha despilfarrado a espuertas en bonos culturales, en vergonzosas campañas publicitarias, en «financiaciones singulares» y en mil ocurrencias surrealistas para rascar votos, deja correr el tiempo mientras siguen muriendo los enfermos sin ayudas.
Hay ratas chupatintas que intentan racanear presupuestos, alegando que esta ley supone un trato de favor frente a otras enfermedades, pero la misma ley se abre a otras enfermedades que estén en situación similar. No somos pedigüeños con el qué hay de lo mío. Pedimos que los políticos hagan su trabajo y cumplan el artículo 43 de la Constitución, para que a ningún enfermo se le pregunte por sus recursos económicos durante la evolución de su enfermedad, como nos sucede a los enfermos de ELA. Hasta entonces, seguiremos dando por saco. Y de mala hostia.
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