Libros pecaminosos

El funcionamiento de la ley es sencillo: cualquier residente del condado, aunque no forme parte de la comunidad educativa, puede quejarse si cree ver en un libro cualquier cosa que él considere inapropiada, y ese libro debe retirarse antes de cinco días hasta que se resuelva la objeción. Entonces, imagino que un fulano se pone las gafas de ver cosas pecaminosas, y si ve algo que él considere inmoral, prohíbe el libro, aunque la mayor parte de las veces la resolución no llega y el libro no vuelve nunca a las bibliotecas escolares. El valor educativo de los libros no interesa a nadie en este contexto hipócrita y moralista.

Convivimos con leyes estúpidas, como la de Florida, dictadas por gobernantes oportunistas que tratan de sacar tajada subiéndose al carro de los cantamañanas de uno u otro bando que, en su estrechez mental, ven pornografía en Stephen King, racismo en Ian Fleming y cualquier despropósito en los grandes clásicos que han ensanchado la mente de generaciones enteras. Al final, denuncian los que ven amenazado su negocio, porque el resto, esos siete de cada diez, miran para otro lado, para no ser señalados y convertirse en el que quiere corromper a sus hijos, cuando obran el milagro de que sus hijos lean un libro.