Las ratas

En su novela de 1962, 'Las ratas', Miguel Delibes trataba de sortear la dictadura franquista —que sufría en su periódico, El Norte de Castilla— para denunciar el abandono del campo y esa España de los latifundios y los señoritos. Contaba la historia del tío Ratero, el cual «al regresar del arroyo, se merendaba un par de ratas fritas rociadas de vinagre, con dos vasos de clarete y media hogaza». El Ratero vivía en una cueva, cazaba ratas como alimento y las vendía «a dos pesetas la rata», algo que no gustaba a Justito, el alcalde, que aspiraba a que todos los vecinos vivieran como señores, porque así se lo había prometido al señor gobernador.

Las ratas de Delibes no difieren tanto de las nuestras. Y siguen siendo incómodas de ver: si te cruzas con una, mala suerte. Los latifundios de entonces hoy se han transformado en concentración de la vivienda en manos de especuladores. Y los señoritos explotadores hoy tienen nombre de fondos buitre que pisotean al que sea para exprimir beneficios a toda costa. Las ratas campan a sus anchas por la ciudad.