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Durante una época de mi vida yo leía todo lo que encontraba. Sentía debilidad por las viejas ediciones de segunda mano, pero no hacía ascos a nada. Solo había un tipo de libros que nunca he tragado: los de autoayuda y los que trataban de ... dar consejitos para vivir mejor, ser más feliz o ganar pasta rápido.
Esos libros enseñaban a visualizar tus sueños para así atraerlos, y a pensar en positivo, pero mi mente visualizaba un mundo horripilante y sin sentido de caos, guerras e injusticias. Si aquellos libros te aconsejaban vivir el momento y aprovechar cada instante como si fuera el último, a mí me seducía más desperdiciar el momento, no hacer nada, tumbarme a leer apoyado en un árbol con una espiga en la boca. Cuando aquellos libros te alertaban del peligro de dejar pasar una oportunidad única, el rollo del tren que se larga y no vuelve a pasar, pues yo pensaba: que le den por saco al tren: la oportunidad de dejar pasar una oportunidad única también es una oportunidad única. Si me decían que me convirtiera en la mejor versión de mí mismo, a mí me daban ganas de bostezar y me divertía más ser la peor versión de mí mismo, o al menos la más indómita. Si oía aquello de aprender a gestionar las emociones, a mí me gustaba más dejar que mis emociones se desbocaran a lo loco.
Con el tiempo, todo ese fuego descontrolado se ha ido apaciguando. Pero lo ha hecho por sí solo, como una consecuencia natural de haberlo dejado crecer a su aire, en completa libertad. Hay tipos en Internet que te enseñan a cultivar sandías cuadradas; las meten en un molde cuadrado cuando están empezando a crecer. Pero eso no son sandías. Eso es una mierda.
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