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Me pregunto qué sería de la religión cristiana sin la defensa a ultranza que hace de sus principios esa organización de bravos defensores de la libertad religiosa llamada Fundación Española de Abogados Cristianos. Sin su valiente cruzada en contra de poderosos enemigos de su fe, ... probablemente toda la milenaria cristiandad habría sucumbido ya presa de enemigos furibundos de la talla de Pablo Echenique, Willy Toledo, Quequé o el Gran Wyoming, los cuales ya sufrieron las acometidas judiciales de nuestros católicos héroes letrados.
La última que decidió ultrajar gravemente sus valiosos dogmas, granjeándose la inevitable denuncia, fue la presentadora Lalachus, que organizó un maquiavélico plan para dinamitar los cimientos de la fe cristiana, presentando en televisión una estampita del Sagrado Corazón con la muy hereje adhesión del busto de la vaquilla de Gran Prix, y todo ello enmarcado en la ceremonia pagana de las campanadas, con su ritual sacrílego devorauvas. Por menos se tiraba de excomunión o de hoguera en los felices tiempos pasados de la Inquisición.
Porque, a ver: ¿qué pensaría Jesucristo de todo esto? Jesús de Nazaret, identificado en el Evangelio de Marcos como 'tekton', un humilde carpintero, no se preocuparía de los ancianos y discapacitados desahuciados por fondos buitre, ni de que la sanidad pública llegara a cualquier enfermo, ni de los abusos sexuales eclesiásticos, ni del genocidio mejor documentado, el de Gaza, con casi quince mil niños muertos. A Jesucristo lo que de verdad le importa, según sus defensores abogados que denuncian sin ninguna intención política, son las performances, los disfraces de obispo, los tuits de los bocachanclas, las procesiones de ídolos sexuales, las estampitas. Sus denuncias son inexcusables y hacen que los verdaderos cristianos se sientan orgullosos de su denodada pugna judicial.
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Ana del Castillo
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