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Hay un tipo de maldición existencial que acontece cuando te haces plenamente consciente del lugar ridículo que ocupas en el universo; cuando reconoces tu ínfima ... e insustancial posición en nuestra galaxia, la Vía Láctea. Una galaxia perdida entre las miles de millones que componen el universo visible. Sientes el abismo de los 13.800 millones de años de existencia del universo, en los que mucha parte nuestro sistema solar ni siquiera existía, abocados a un inevitable final de muerte térmica del universo o con nuestro planeta engullido por el Sol, circunstancias éstas que ninguno veremos porque antes la habremos diñado, muchas veces entre tormentos inimaginables. Toda esta contingencia cósmica te genera pánico existencial, ansiedad febril y angustia vital: una caída inexorable al vacío del ser y la nada.
Sin embargo, si uno agarra unos auriculares y selecciona cualquier composición de Robe, por ejemplo, 'La ley innata', y comienza a escuchar los acordes de 'Dulce introducción al caos', el tiempo y el universo hostil se detienen. El mundo se compone ordenadamente a tu alrededor. Las galaxias y las materias oscuras se quedan en su sitio, porque no alcanzas a ver más allá de esas letras poéticas y esas melodías sugerentes.
Recientemente, el Consejo de Ministros otorgó a Roberto Iniesta, Robe, la Medalla de oro al Mérito en las Bellas Artes. No sé qué opinará el galardonado de este asunto de la medalla, teniendo en cuenta sus desavenencias pasadas con politicuchos de turno. Probablemente se la sude. Porque Robe tiene ahora sesenta y dos tacos y sus canas son las nuestras. Y la evolución de su música y sus letras es nuestra propia evolución. La ley innata del universo.
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Ana del Castillo
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